3 jun 2024

STALLONE NO JUEGA AL AJEDREZ

Tenía pensado empezar este texto contando que soy una persona tremendamente ocupada, pero he decidido cambiar el inicio por dos razones: la primera es que uno de los consejos básicos para escribir es evitar los adverbios acabados en "mente"; la segunda es que esa frase no aporta mucho. La sensación de no llegar a todo, que la vida te atropella y que la única manera de avanzar es a trompicones creo, que es característica de la época.

En mi caso, cada noche llego a la cama cansado y con la sensación (supongo que irracional, como casi todo) de que algo me he dejado en el camino, algo que no soy capaz de ver, pero que lamentaré y será imprescindible en alguna parte del viaje.

¿Qué haré entonces? Ni idea, pero como ya vivo sin saber qué estoy haciendo, la sensación no será  desconocida. Seguiré disimulando e improvisando. 

El ritmo de vida es tan acelerado, que incluso de vez en cuando cae una siesta (?) no buscada pero tampoco evitada. Un sábado después de una de esas siestas merecedoras de una sala en un museo, me arrastré hasta la cocina para hacerme un buen café.

Allí, con el aroma del café invadiendo el escenario, levanté la mirada mientras reflexionaba sobre algo que leí hace tiempo. El horno, el microondas y la lavadora, me ofrecían una mirada abierta al interior. Sin embargo, si giraba la cabeza, ahí estaba el siniestro y oscuro lavavajillas, ¿Por qué? ¿Qué está ocultando ese electrodoméstico?

Una vida muy interesante y poco valorada.

Esta capacidad de profundizar en el entorno no es mi única virtud desaprovechada.

Ese mismo viernes por la tarde volvía a casa con el sudor corriendo por la frente, las endorfinas volando por mi cerebro y la satisfacción de otro entrenamiento realizado con éxito. En ese momento una pequeña sensación empezaba a crecer dentro de mi: aprovechar la inercia y explotarla esa noche, que uno nunca sabe. Si algo he aprendido en esta vida es que uno a veces lanza los dados y acaba haciendo jaque con una torre y un alfil.

Así que, cuando cogí el teléfono buscando suerte lo primero que encontré, además de algún asunto de trabajo, eran propuestas para hacer deporte: salida en bici y un partido de tenis. Para el mismo día.

Supongo que la sensación debió ser similar a la que experimentan algunos actores con cierto recorrido: no se olvidan de mi, algo se debe estar haciendo bien, PERO tampoco pasaría nada por cambiar de registro de vez en cuando, que puedo rendir en otros papeles. 

Aunque sabes que no depende del todo de ti que los demás te sitúen en un lugar concreto, una pequeña parte ahí dentro se siente responsable de la situación, ya que en algún momento llevaste aquella bandera que ahora quieres aparcar. Aunque sea un rato.

Porque destacar en algo también tiene sus desventajas.

Lamentarse es aceptable, pero engañarse no. Tampoco pasa nada por reconocer que en realidad formas parte del problema. Porque, siendo honesto, tampoco pagaría una entrada para ver a Jason Statham haciendo una película romántica o a Jim Carrey salvando al mundo de una amenaza extraterrestre. 

Que mis amigos no me vean como un imprescindible de la noche debe ser de esas cosas que se catalogan como algo normal.

La casualidad, y un poco la insistencia también, hizo que la noche cogiera impulso. Fuimos a cenar, entre risas, con buen ambiente y las promesas de la noche rondando la mesa. 

En aquella terraza, sobre una larga mesa oí una de esas frases que te hace escuchar. Ella contaba que "ahora no tenía tiempo para entrenar, solo para salir a correr". No me había parecido hasta entonces; pero reconocí ahí mi idioma y en ese momento cambió todo sin que se hubiese movido nada. El resto de conversaciones fueron perdiendo volumen. El mundo fue cayendo a plomo allí mismo, las risas y la conversación se desvió hacia anécdotas de carreras, ritmos, entrenos, sensaciones y zapatillas. 

Desapareció el ruido mientras aparecía la belleza.

Sin pretenderlo porque quizá no se puede huir de uno mismo, acabé haciendo exactamente lo contario de aquello a lo que allí había ido a hacer.

Y es que nadie encaja golpes ni da puñetazos con Stallone, y eso será así siempre.