9 may 2018

MUCHO QUE DECIR, POCO QUE CONTAR

Todas las familias felices se parecen entre sí, sin embargo las infelices lo son cada una a su manera.

Esta frase de Leon Tolstói lleva ametrallándome la cabeza desde hace ya más de una semana cuando se consumó una vez más el descenso, un puto descenso más del Deportivo.

Cuando era pequeño solía pensar que mi manera de vivir el fútbol se me pasaría con los años, que sería algo que quedaba en el pasado, maduraría y tendría un recuerdo simpático de una pasión infantil.

Escuchaba hace unos días que con los descensos (solo escribirlo en plural quema) ocurre como con las novias que se van: con la primera tienes la sensación de que el mundo se te viene encima; rabia, dolor, tristeza, lágrimas (muchas). Ya con el tiempo entiendes que en la vida estas cosas pasan, más te vale aprender a vivir con ellas y que el mundo va a seguir girando en 1ª o 3ª, con ellas y sin ellas. Como mucho escribes en un blog y así unos cuantos piensan que no te funciona bien la cabeza.

¿Duele? Sí, claro que duele y pesa pero ya es de otra manera. Ya no hay tantas lágrimas, solo es una tristeza tímida que no se asoma pero que va por dentro; hay miedo a que sea solo el principio de una caída mucho mayor; y a la vez también hay esperanza de que pronto se pueda arreglar este fracaso aunque la herida no desaparecerá, esa ya ha hecho cicatriz.

No sé si habrá que tragar con otras decepciones antes (siempre es posible un golpe más, incluso cuando no parece posible) pero los buenos momentos llegarán y entonces, este dolor hará que las alegrías tengan un sabor mucho más dulce. Ya ha pasado. Volverá a pasar.


Al final esto se reduce a aquello que decía el Brujo: mucho que decir, poco que contar.