17 oct 2014

TENGO UN AMIGO

Si, porque aunque parezca mentira aun me quedan algunos.

Este amigo me contaba un día algo que paso a reproducir.

Él cuenta que llega muchas noches a casa y ya por el camino va masticando la soledad que sabe que le está esperando manteniéndola bien fría. A veces piensa que aunque fuese solo por unas horas podría engañarla y de vez en cuando un fin de semana darle calor. Aunque en el fondo conoce que eso sería dar paso adelante y varios atrás, algo que conviene evitar. O tiene miedo y se agarra a esa supuesta convicción.

Duda, dice.

Mi amigo no es una persona muy ordenada, tiene en ocasiones esa tendencia a dejarse llevar que lo convierte en un desastre. Siempre ha sido así. Hubo un tiempo en que asumió que "era así y no podía hacer nada por cambiarlo", aunque hoy sabe que eso no es verdad (puede que quizá mañana vuelva a serlo) arrastra las cicatrices de aquella época y algunas otras.

Pero pretende seguir luchando.

Le pasa también a menudo (¿y a quién no? le repondo con una palmadita en el hombro) que en la oscuridad de las noches piensa que nada en su vida está donde debería estar, que le faltan algunas certezas a la que agarrarse cuando sus dudas lo ahogan.

Y en realidad tiene certezas, pocas pero las tiene. Lo sabe, pero me dice que es casi peor. Que se agarra a sus hobbies en los momentos de desánimo. Éstos le permiten seguir a flote en medio de tanta incertidumbre. Pudiera parecer que no es poco, pero (dice) sabe que tiene que conseguir más. No le sirve naufragar de isla en isla. No vale un puerto cualquiera. Él pretende un buen puerto.

En definitiva; en ocasiones piensa que todo es un desastre.

A mi amigo le gusta (cuenta) esconderse en metáforas. Muchos le dicen que las metáforas le gustan porque es una persona inteligente que construirlas de la forma que él lo hace no está al alcance de cualquiera, él sin embargo piensa que las construye para esconderse tras ellas, ya que es un cobarde y que menos que hacer "de la necesidad virtud". Yo solo callo y escucho.

Nunca he sabido muy bien qué decir. Menos en cosas así tan raras.

Me contaba que en esas épocas en las que todo parece tan desencajado que no sabe por dónde empezar, cada vez que repara en cómo está su habitación; no puede evitar pensar en que se ha convertido en una metáfora de su vida. Y lo hace intentando (sin éxito) no caer en la nostalgia.

Van Gogh
Pero claro, si algo hemos aprendido mi amigo y yo (quizá ni siquiera esto) es que las metáforas tienen sus límites; cuando el desastre ha superado cualquier límite razonable, en un arrebato de sensatez se ocupa de ordenarla y la deja impecable. En el momento en que todo está bien, una desazón le recorre el cuerpo de arriba a abajo: la habitación está ahora bien pero su vida sigue igual con la única diferencia que ya no tiene ni una metáfora a la que agarrarse.

Me explicaba (el muy cabrón) que por eso es conveniente dejar de vez en cuando que las cosas fluyan por su cauce natural y no dejar que su habitación sea muy distinta de su vida.

En ocasiones una metáfora es casi tan valiosa como un salvavidas.

O no.

*Tengo su permiso para contarlo, pero es tímido. Le agradezco su historia de corazón.

14 oct 2014

QUISIERA SER CONSECUENTE

Vaya por delante que intento evitar publicar nada un Lunes. Si esto de tener contada la vida aquí en internet es ya un hecho difícil de manejar y en el que constantemente se cae en el ridículo; lanzar un texto el mismo día que puedes leer a Tallón o Enric González entre otros es una frivolidad que uno no debe permitirse.
Pero aquí estoy.

En segundo lugar he de añadir que hace unos días comencé a escribir convencido de publicar un post que pretendía fuese algo decente y de repente me di cuenta que estaba hablando de amor ¡YO! ¡AQUÍ! ¿¿¿Pero qué me está pasando??? Por suerte aunque permanecen algunos restos en el borrador, volví a entrar en razón minutos antes de darle al botón naranja que dice "publicar". 

Qué alivio.
¡La foto es mía!
La cuestión es que estas últimas semanas de "grandes cargas de trabajo" estaba intentando esconder(me) que en cierto modo he caído en la auto complacencia y se me ocurren pocas cosas peores en las que caer.

Aunque alguna hay, desde luego.

Escribía no hace mucho que la balanza esfuerzo-resultado estaba descompensada, que sinceramente sentía que la balanza estaba descompensada y que había demasiado esfuerzo para tan poca recompensa y que justo por ese motivo era muy importante seguir e incluso aumentar el esfuerzo hasta que la balanza se equilibre o incluso, quién sabe, se descompense y tener más de lo que merezco.

Pues bien, ahora que empiezo a ver algo de luz, que empieza a oírse el murmullo de los altavoces junto a la meta* y de repente ( ¡ay la incongruencia!) he bajado los brazos más de lo que debería.

Aquellos viejos fantasmas que una noche creí dejar encerrados para siempre en un cuarto oscuro y candado han averiguado la clave y se han presentado sin avisar.

Pero aun no es tarde.

*¿Qué es la meta si no una nueva línea de salida?
* Se hizo tarde, ya es martes. Uf.