23 may 2022

TIRO AL POSTE

Hace unas semanas estaba viendo un partido de fútbol sala. Era un partido importante, la semifinal de la Champions. Pese a ser un partido igualado en el juego, uno de los equipos iba perdiendo 2-0 mediado el primer tiempo y en un partido así, nadie baja los brazos.

Faltado poco tiempo para el descanso, el equipo que iba por debajo en el marcador inicia un ataque rápido, buenos movimientos de los jugadores, desplazan el balón a la banda derecha donde uno de ellos se va de su defensor y con una precisa pared se planta al borde del área, regatea al portero y pasa la pelota hacia el centro, donde recibe un compañero desmarcado que controla, mira la portería donde hay un defensa rival desesperado intentando proteger el espacio y tras un buen control dispara con fuerza.

El balón golpea en el poste y sale rebotado con fuerza hacia el centro del campo donde dos de los rivales que habían sido superados, inician el contraataque en clara superioridad, y tras una jugada algo liada con un rebote incluido marcan gol: 3-0.

En esa jugada, en ese tiro al poste está explicada la mitad de mi vida. O más.

Pasé el resto del partido dándole vueltas a la idea de si perder ese partido jugando así y teniendo esa suerte era fracasar o simplemente la sensación de fracaso era solo eso, una sensación. Y más viendo que el que tienes enfrente sí que lo consigue, que eso ahonda en la mala sensación.

Porque las sensaciones no lo son todo.

Hace unos meses conseguí uno de los mayores éxitos de mi vida deportiva. Fue tan poco, que se me hace raro usar la palabra éxito pero para mi fue el mundo entero.

Todavía hoy, cuando recuerdo ese día revivo aquella felicidad cruzando la meta en 2 horas y 58 minutos. Detrás de aquello había mucho esfuerzo, entrenamientos y kilómetros después de meses muy difíciles. Pero por un sueño, merecía la pena.

Después han venido meses difíciles sigo sin saber porqué no he podido ni acercarme a entrenar a esos ritmos. Molestias, problemas de todo tipo, pequeñas lesiones que me han impedido encontrarme nunca bien. Algunos días, ni 15 minutos sin parar he sido capaz de hacer. Ahora que empiezo a encontrarme mejor, sigo sin saber porqué me ha pasado.

Ha sido duro, más por no saber qué era lo que pasaba que por no poder hacerlo. Pero "como no hay mal que cien años dure", ahora estoy satisfecho por no haber dejado de intentarlo aun sabiendo que no iba a poder rendir, zapatillas y a pelear kilómetros; eso sí, siempre con la mínima esperanza de "y si hoy sí" pero solo conseguía chocar contra una realidad más fuerte que yo.

Cuentan que la evolución natural del corredor es empezar a correr para adelgazar y acabar adelgazando para correr. Y es cierto. Yo he añadido una tercera etapa: corro para escribir y escribo para seguir corriendo.

"Encontrarte con el éxito y el fracaso y a estos 2 impostores tratarlos de igual manera", decía Kavafis en como una de las claves para conseguir ser un hombre en su mítico poema. 


Me he dado cuenta que algo así es eso a lo que llaman madurar: perseverar sin tener en cuenta las circunstancias, no dejarse llevar por las malas sensaciones cuando en la cabeza solo aparecen excusas para abandonar.

Quizá madurar tenga que ver con eso; es posible que en realidad esté relacionado con abandonar los hobbies que añaden preocupaciones poco importantes en la vida y centrarse de verdad en las cosas importantes; o igual tenga que ver con tener las ideas claras y no estar dudando en cada línea.

En todo caso, seguro que no tiene que ver con superar las crisis para poder escribir de ellas con tranquilidad. Aunque siga sorprendiendo dónde aparece la motivación para continuar.

Mientras le daba vueltas a todo esto, el partido acabó 4-5. Con prórroga.

17 may 2022

NI NACE CON LAS VICTORIAS, NI MUERE CON LOS DESCENSOS

Hay una escena en Notting Hill en la que uno de los personajes organiza una cena en su casa con algunos amigos, uno de ellos va acompañado de una famosa actriz de Hollywood con la que ha empezado a salir. Allí, cuando están tomando el postre llega un momento en que se dan cuenta que solo queda un trozo de brownie, así que para decidir quién se lo come se les ocurre un divertido y macabro juego: el que convenza a los demás de que su vida es la más triste, gana.

Empieza entonces una triste, divertida y patética competición por demostrar quién es más desgraciado: el infeliz en su trabajo, la chica soltera que se siente fea y triste, la amiga en silla de ruedas que además no puede tener hijos o el divorciado que abandonó sus sueños profesionales si es que estos no le abandonaron a él antes. Pero el punto culminante es cuando la maravillosa Julia Roberts pide su oportunidad para sorpresa de todos: una desdichada vida de rica, permanentemente a dieta, expuesta siempre al escrutinio del público y con la sensación de que muy pronto vas a dejar de tener una buena consideración profesional. Entre otras cosas.

Todo muy triste. “Casi lo consigues pero no”, le dicen.

 

Ser del Levante en València es un poco como vivir en esa cena: las alegrías son siempre menos habituales que las penas, aunque quizá por ello se disfrutan más. Quieres creer que van a durar pero sabes que no caben muchas en el “yunque de la adversidad”. Esos momentos que tanto te alegran el corazón; son para otros pequeñitas, sin valor. Pero bien que las disfrutamos.

Las penas, las derrotas se parecen a las de muchos otros aunque cada uno las vivimos como especiales y eso hace que las podamos compartir juntos en familia, en una patética cena en la que nos reímos de nosotros mismos con el corazón ardiendo de dolor.

Sin dramas, sin excesos, con conciencia de quiénes somos y con el orgullo de haberlo vivido juntos, con nuestras muchas sombras y pocas luces. Pero con la certeza y el honor de estar en el lado bueno.

El sentimiento ni nace con las victorias, ni muere con los descensos.

Aunque en esta ciudad no tengamos derecho al último trozo de brownie.

8 may 2022

NUNCA CHOVEU QUE NON ESCAMPARA

Esta semana ha llovido tanto que hubo una noche que cuando la lluvia me despertó no tuve más remedio que comprobar que seguía viviendo en Valencia, que de alguna rocambolesca manera no había vuelto a Inverness sin darme cuenta.

Que lo dudara no sé si es fruto de la cantidad de situaciones inesperadas por las que he pasado últimamente o porque definitivamente algo aquí dentro está haciendo clic sin remedio.

El caso es que seguía en Valencia. Y Valencia en España.

El día siguiente esto seguía siendo Escocia. 

Esa tarde, volvía hacia casa cargando más peso que otras veces; llevaba tristeza, responsabilidad,  cansancio y algunas bolsas en una mano, en la otra un paraguas. Llegó el momento en que ya no pesaba demasiado, ya ni me mojaba, en definitiva: todo parecía controlado, incluso rocé la ilusión a algo parecido a la ilusión: un podcast entretenido en los oídos; las promesas de una buena ducha, una cena tranquila y un libro interesante iban ganando espacio en mi cabeza.

Tras un día intenso llegaba la recompensa. 


Miré hacia arriba pensando que el cielo no mostraba ningún interés en dar una tregua y en ese momento: ¡Chof! Una baldosa suelta, pantalón sucio hasta la rodilla, zapatillas empapadas y la temperatura corporal unos 10º menos en segundos.

Maravilloso.

Saqué como pude las llaves al llegar al portal y entré en casa más sucio, frío y derrotado que ayer, otra vez por elementos más grandes que yo y también, es justo reconocerlo, porque muy listo no soy.

En la vida, nos empeñamos en buscar las respuestas cuando muchas veces que lo que no nos damos cuenta es lo importante que es encontrar las preguntas correctas. El resto suele llegar de forma más sencilla.

Tanto mirar hacia arriba y se me olvida que por muy alto que quiera llegar, empiezas y acabas con los pies en el suelo.

3 may 2022

BANQUILLAZO

Cuando era niño y me preguntaban qué quería ser de mayor, lo confesara o no, siempre pensaba que el mejor trabajo del mundo era el de tercer portero de un equipo de primera división: a poco que te paguen da para vivir bien, te dedicas a hacer deporte todos los días, tampoco hay que madrugar demasiado, estás en forma y, además, muy mal se tiene que dar para no ya para jugar o liarla, sino para ir convocado: fines de semana libres.

Quizá no es algo que pensara solo de niño. 

Aunque entiendo que hay quien tiene otras aspiraciones en la vida y siente la frustración de estar en el banquillo.

Comprendo a aquél que llega a un club nuevo con todo lo que implica: adaptarse a otra ciudad, a veces hasta un país distinto con las maletas llenas de ilusiones y ganas de jugar; hacer bien las cosas y saber hasta dónde eres capaz de dar. 

Y pasa que no siempre las oportunidades se dan. Muchas veces uno sabe que no el problema no es que no trabajes o lo quieras lo suficiente, porque a veces lo quieres demasiado. Pero hay cosas que no dependen de ti. Nadie te puede asegurar que nada vaya a cambiar.

Pero tienes que seguir porque si bajas los brazos sí hay algo que tienes asegurado.

Otras veces tienes oportunidades en circunstancias adversas, e incluso pasa que tuviste una oportunidad y las cosas no salieron como pensabas. Y cuesta volver a encontrar otra.

Hay otros que llevan años en el club, lo conocen bien. Han dado su esfuerzo, compromiso y, conocen bien sus limitaciones dando buen rendimiento hasta que el club decide traer a otro que no siempre está más capacitado, pero todos sabemos lo que gusta la novedad. A mí me pasa con los libros: los que me apetece leer son los que están en librerías y no en casa.

Será justo o no, pero es una realidad ante la que poco se puede hacer.

Hay algunos también que tuvieron la oportunidad de irse a otro sitio, y al plantear la posibilidad se les dijo que no, que lo necesitaban en el equipo este año. Después de algunos meses en los que no entiende muy bien para qué lo necesitaban, la situación no es lo que se esperaba.


Cuando vivo estas situaciones en las que las cosas no salen, (que pasa más de lo que debería), siempre pienso que lo peor no es la frustración del fracaso. Eso es algo que se puede llevar. Lo jodido es que siempre aparece alguien que saca la bandera del discursito, el inconfundible capitán a posteriori. 

Cuando hacen falta soluciones realistas a tiempo, no se le ve. Debe estar ocupado dando lecciones a otros que no las necesitan.

Porque a estas altura nos las hemos visto de todos los colores.