14 ago 2023

EL UNIVERSO ES INFINITO, OTRAS COSAS NO

Alguien que me leía hace años me dijo que de vez en cuando vuelve a leer mi blog y que últimamente solo escribo tonterías. Bien, prueba fehaciente que lo escribo yo, del que no se puede esperar mucho más. Agradezco de corazón cada sincero elogio.

Hoy no será una excepción.

En ocasiones, sin aviso previo me atropellan recuerdos del pasado que me pinchan el estómago. Uno de los más habituales es un pensamiento que me rondaba durante la adolescencia. Fantaseaba con ser testigo de desgracias que sucedieran a mi alrededor; de esas que hacen temblar los cimientos de mi vida, profundizando en no sé muy bien qué y, supongo, transformar mi personalidad de arriba a abajo. 

Demasiado cantautor.

De esos recuerdos puedo concluir que desde bien pequeño he sido dos cosas: imbécil y feliz. Por ese orden. Son dos características que me acompañan y están presentes en casi cada momento de mi vida. Son parte de lo que soy.


Pasa que una mañana de febrero me levanto como un día cualquiera, pongo la radio mientras preparo el desayuno para despertar a esa cabeza imbécil y feliz y encuentro que todo gira en torno a que Will Smith le ha soltado un sopapo a un tipo en la gala de los Óscar

Me faltó tiempo para entrar en redes a buscar el vídeo (puro interés, cero morbo) y me encuentro con un encarnizado debate en el que todo el mundo tiene ya su postura definida con la suficiente solidez para defenderla: quién actuó de forma correcta, quién no, porqué y porqué no. Fascinado soy como una pelota de tenis pasando de un lado a otro con cada nuevo argumento. Casi se me queman las tostadas.

No sabía si era la felicidad, la imbecilidad o el cansancio lo que se interponía entre la opinión y yo. Pensé que debían ser las tres. Año y medio después de aquello sigo sin tener una opinión clara y contundente. Sería un problema si no fuese porque ya a nadie le importa y pocos se acuerdan de ello.

Eso no evita que sospeche que si fuera menos imbécil y más feliz o a la inversa, yo también podría haber dicho algo.

Hace poco volvió a pasar, me levanté y esa noche había saltado otra típica historia americana: la de los extraterrestres. Esta no te obliga a formar la opinión rápido, para esto a todos nos ha dado tiempo de sobra a pensar sobre ello. Peor. 

Prevenido me centré primero en que no se quemara el desayuno.

En esta historia están por un lado los que se niegan a creer en que algo así haya pasado, pase o pasará; en otro lado tenemos los que no tienen dudas que en un universo del que no conocemos sus límites no haya otro tipo de vida más allá que lleve muchos años estando infiltrados entre nosotros.

Yo, como de costumbre, no tengo ni idea de cuál es la verdad, lo que sí sé, es que si en este planeta tan pequeño tu y yo no nos hemos encontrado aun en todos estos años en los que no hemos parado; no creo que sea tan fácil que en un universo tan infinito nos hayan encontrado ya unos seres tan lejanos que no sabemos a qué vienen. No sería justo. 


Aunque si ellos han sido capaces de encontrarnos, lo que no puedo negar es que son una inteligencia muy superior a la mía que llevo dos semanas incapaz de encontrar un libro en una casa de poco más de 40 metros cuadrados. La inteligencia de esos seres sería casi tan grande como la de las madres.

26 jul 2023

LA FORTUNA DEL VAQUERO

Hace unos días oía una tertulia en la que se hablaba sobre propuestas de algunos partidos políticos, muy interesado en el tema no estaba (por lo que sea) hasta que surgió un tema que llamó mi atención, debatían sobre algo que parecía ser una novedad que llamaban impuesto a las grandes fortunas. 

Creo que discutían sobre la eficacia, la importancia y la oportunidad de la medida, pero poco a poco mi cabeza empezó a alejarse de lo que allí se decía, solo podía pensar en algo: ¿Qué es una gran fortuna?

Sin ser yo un experto, me atrevo a asegurar que no hay mayor fortuna que la mía.

Fui a comisaría a denunciarme, aunque no pude hacerlo porque había mucha cola, mínimo 3 horas. Así que me he visto en la obligación de mandarle una carta al gobierno para que me cobren ese impuesto. Lo pago todo yo. 

Yo, que te tengo a ti al otro lado de la pantalla usando tu valioso tiempo en leerme; yo, que tengo los mejores amigos que cualquiera podría soñar; yo, que sin merecerlo tengo una vida llena de lujos y privilegios; yo, que tengo en mi vida personas que me miran con buenos ojos y piensan que soy mejor de lo que soy. No merezco tanto.

Me parece justo que el gobierno me obligue a rendir cuentas por tanto privilegio. Otra cosa sería egoísta. Aunque ya les he avisado que por muy alto que sea ese impuesto, lo que nunca conseguirán es  que pague lo suficiente para todo lo que recibo.

Si tuviera que elegir entre cualquiera de las posibilidades que se nos ofrece en el marco político actual, me quedaba, sin dudarlo, contigo.

Es así.

Mas tarde de lo que me hubiera gustado, pero quién sabe si a tiempo, descubrí que el esfuerzo por ser el mejor no servía para nada. 

Sin calidad suficiente para que el equipo dependa de mi acierto, no puedo ser protagonista, el que se lleva méritos, aplausos y portadas. Mi papel es el de correr la banda, apretar, recuperar el balón y pasárselo rápido al bueno, antes de volver a perderlo. Así que no tengo que ser el mejor, sino estar entre los mejores y jugar en equipo. Dejar a los compañeros el mérito y los focos. No querer el barco, sino disfrutar del barco de mi amigo. 

Al fin y al cabo, soy demasiado vago para llevar cuidarlo todo el año. 

Hay quien nació para brillar bajo el foco, luciendo el traje impecable y llevándose la admiración de todos por esa belleza, pero intentarlo sin tener mimbres para ello no es buena opción. Por lo menos, no para mi. Ese esfuerzo para acabar usando el traje, como mucho, 4 ó 5 veces al año, es demasiado.

Tanto para tan poco.

A veces pienso qué pasaría si hubiera una prenda de vestir que fuese molesta, incluso agobiante cuando hace calor; que además fuera inútil para combatir el frío en invierno y, por si no fuera suficiente, en días de lluvia cada vez que moja, se volviera incómoda hasta para moverse. 

¿Tendría éxito? ¿La compraría alguien? Supongo que no; a no ser que tenga forma de pantalón vaquero y sea la prenda de ropa más usada en el mundo.

Es lo que llamo el "paradigma del vaquero", cuando todo apunta a que no tiene ningún elemento que garantice la supervivencia, se convierte de manera inexplicable en un  éxito. Es como la Torre de Pisa, supongo que el arquitecto que la diseñó fue despedido sin indemnización, y es precisamente su defecto la que la convierte en un éxito mundial.

No es necesario (ni deseable) ser perfecto para lucir. En ocasiones, es la capacidad de ser genuino, cómodo y versátil la llave del encanto.

Las personas vaquero no acostumbran a salir en la foto, (ni siquiera en la era instagram), su presencia es ese silencio que se echa de menos en medio de tanto ruido, quizá no destaquen especialmente, pero cuánto se necesita gente así. Sin un lateral derecho o un mediocentro defensivo que cumplan su tarea, el portero no podría parar el penalti decisivo, ni el delantero tendría la ocasión de gol que le trae la gloria.

No lucir nada para que todo brille.

16 jul 2023

FLIPARSE, PERO NO MUCHO

 Llevo un rato frente a la pantalla del ordenador con una página en blanco que no soy capaz de manchar con caracteres negros, tengo música en los oídos y estoy en una cafetería en la que no he pedido la clave wifi para tener menos distracciones. Normalmente cuando esto ocurre, escribo una frase o un par de líneas y las voy borrando, pero hoy ni eso. Los manos siguen sobre el teclado pero no se movían.

No hay excesivo movimiento, la música suele acompañarme cuando vengo a escribir, y lo peor, es que no me puedo esconder detrás de la falta de ideas porque me he venido aquí con un par de ellas que llevan semanas rondando por mi cabeza. 

Hace media hora, mientras me preparaba para venir hacia aquí, estaba visualizándome escribiendo un texto impresionante, algo que llegase a un escritor que me felicitara por la brillantez del texto y se lo reenviase a su editor para contactar conmigo, animarme a seguir escribiendo y me diese algún espacio con el que llegar a más gente y algún consejo para pulir el (evidente) talento y publicar algo en una modesta editorial. Algo que llegase a una chica guapa, inteligente y con inquietudes, que quizá me escribiese para decirme lo que le había gustado el texo, especialmente una idea que me matizaría, la discutiríamos y, a partir de ahí, empezar una bonita historia. Acabara como acabara.

Y sin embargo aquí estoy, lamentando mi no escritura. No habrá editor, ni chica, ni historia.

Quizá sea el calor, o que en vez de café como siempre, pedí aquarius.

Sea lo que sea, a mi cabeza vienen algunos "profetas del día después" de esos que todos conocemos que siempre tienen el arma cargada y preparada, esperando al momento perfecto para disparar -sus- porqués sobre la lejanía entre las expectativas y la realidad. Sospecho que si las circunstancias fuesen diferentes, los elementos se adaptarían, pero el argumento no variaría un ápice. Puede que incluso lo haya probado.

Y es que, simplemente, a veces no se da. Y ya está.

Mientras escribo esto suena un verso que dice "si lo barato sale caro, tu no tienes precio, le digo al tipo del espejo".

Llegados a este punto, podríamos decir que "me he vuelto a flipar", me suele pasar así que cuando esto ocurre, tengo que sacar mi "manual para desfliparse" en el que me recuerdo que tan listo no seré si no hace mucho me mordí la lengua masticando.

Pero hay más.

Solo hay que hacer una rápida búsqueda en internet para averiguar que a la gente le cambia la vida cosas muy interesantes, un viaje, normalmente a algún país de África o Asia; otros se acuerdan del día que conocieron a esa persona especial con la que su vida dio un giro; encuentro también experiencias muy emocionantes sobre lo que te marca tener un hijo, claro. Qué bonito. Hay quien incluso "ha vuelto a nacer" después de alguna experiencia concreta. ¡Guau!

Pues a mi me cambió la vida el día en que me instalé (y con ayuda) un ventilador en el techo de mi habitación. Todo cambió, y desde entonces ya no he vuelto a ser el mismo. Para bien. El desastre sigue estando presente casi a diario, pero ahora descanso mejor y vivo cómodo con él.

Tres aspas y una cajita con cuatro posiciones. Eso lo cambió todo.

Como la sencillez no está reñida con el inconformismo, este cambio me dio la lucidez necesaria para tomar otra decisión que mejoró la mejoría: dejar el teléfono descansar por las noches en silencio y lejos de la cama. Y ya. Conviene no abusar de los cambios, no vaya a ser que de tanto mejorar, todo acabe empeorando.

Se puede intuir que no soy una de las mentes más privilegiadas de mi generación, pero hay un punto de orgullo en estas dos decisiones que quizá hayan sido las más acertadas y con mejores resultados en años. No aspiro a tanto acierto en un futuro próximo.

Así que, cada vez que me encuentro con una de esas personas dispuestas a explicar lo que falla en mi vida, debo recordarme que quizá será alguien iluminado por una existencia llena de puntos de inflexión muy profundos e impactantes, con una lucidez lejos de mi alcance. Supongo que será eso y no la incapacidad de explicarse a sí mismas el motor que les lleva a explicar la vida de los demás.

Lo que seguro que no será, es alguien que su vida la cambió tres aspas.

Yo, como Manolito, desde hace algunos marzos, no entiendo nada. 

Y ya ni lo intento, es hasta más divertido así.

25 jun 2023

CUANDO EL HIELO QUEMA

Hace unas semanas escuchaba una entrevista a un entrenador de fútbol. Atendía al periodista con la felicidad que da haber conseguido un éxito importante y más, tras haber sido despedido de su anterior club. El periodista preguntaba si además de la alegría por haber conseguido el objetivo y haber superado las críticas, tenía también la tranquilidad de poder demostrar su capacidad y su valía. El hombre contestaba que no, que nunca dudó, que la confianza en su trabajo fue siempre del 100%.

No me caí de la silla porque iba andando por la calle. 

Necesito que sea mentira. Que esa seguridad en uno mismo y no sea posible ni real; y si existe como parte del éxito, no me lo contéis. 

Siempre me ha costado leerme, a veces encuentro algo que escribí hace tiempo y no puedo evitar la vergüenza por lo que hay ahí escrito. Últimamente ya n me hace falta encontrar nada. A mi memoria vienen gratuitamente recuerdos de algo que dije, hice o pensé y quisiera que me tragara la tierra por haber sido así, tan estúpido.

Defenderse de esto es fácil durante 20 años; al fin y al cabo, estás en crecimiento y puedes recurrir a la cosa esa de la inmadurez, y pensar que los años asentarían seguridades, que llegaría la madurez y habría consistencia, continuidad y seguridad en mi pensamiento. 

Sí, siempre he sido un ingenuo.

Pero ya llevo muchos años sospechando que eso no llegará, que sería más práctico averiguar si esta incapacidad daría derecho a una paguita; o si, por el contrario, la madurez es otra de esas cosas que tampoco eran verdad. De las que se habla mucho, incluso hay quien asegura conocerla, pero nadie ha podido demostrar. 

Algo así como el perro de Ricky Martin.

Creo que si sigo escribiendo es para saber si llegará el momento en que deje de avergonzarme de mis ideas, y de paso, tener una fotografía del momento exacto en que ocurre. Después habría que resolver si he traspasado la inmadurez o, al contrario, acabé por afincarme en la gilipollez.

Mi seguridad se cimienta sobre dudas y fracasos. 



Otra de las respuestas de aquella entrevista que me recordó que a veces voy por el mundo intentando disimular que no entiendo nada, fue cuando le preguntaron su opinión sobre un jugador de otro equipo y dijo algo que me pareció quería ser positivo: "su mejor cualidad es que hace mejores a los demás".

¿Qué quería decir? ¿Estaba insinuando que de tan mal que juega es bueno? ¿Lo hace tan mal que los que juegan junto a él parecen mejores de lo que son? 

No es algo tan raro, el hielo también quema.

Ya no pude seguir escuchando, me entretuve pensando cuántas personas hay en mi vida que hacen mejores a los demás. Cuántas lo son por lo que aportan y cuántas porque te hacen valorar lo que tuviste en tu infancia. Se me ocurrieron unos cuantos, hasta cantantes, artistas y políticos.

Incluso pensé cuántas veces y con cuánta gente he sido ese, porque esto explicaría porqué mis exnovias encuentran la pareja definitiva con el chico que conocen después de haber tenido una relación conmigo.

O no. 

Porque quizá la vida sea eso que dice el protagonista de "Prórroga" la novela de Antonio Agredano, quizá la vida sea "más un uy y no tanto un gol" y lo importante no era ganar, sino perder recibiendo menos goles de los esperados.

Así que lo único que me queda es pensar que madurar será darse cuenta que en la vida no son metas a las que llegar, sino solo caminos que recorrer.

6 mar 2023

UN PIJAMA VIEJO, UN BATÍN NUEVO

Una vez leí, no recuerdo a quién ni dónde (igual me lo he inventado) que uno sabe que está enredado en la edad adulta cuando le regalan corbatas o pijamas. Así que llevo años luchando por  esquivar esa señal inequívoca de la cuesta abajo vital. El problema es que cuando uno consigue esquivar una bala, se pone en la trayectoria de otra peor. 

Este año lo empecé dejando caer comentarios alrededor de que "solo tenía un pijama viejo y medio roto", añadiendo que era toda una suerte haberme dado cuenta de ello, justo antes de Reyes.

Un día de Febrero dirigía mis pasos hacia el Carrefour con la mirada perdida, el corazón contrito y las piernas dirigiéndose a una zona muy concreta del supermercado. 

La vida siempre está dispuesta a vencerte sin darse importancia, sin posibilidad de defenderte y adherirte la sensación de humillarte con la que parece disfrutar.

Como uno ya ha perdido mucho, he aprendido que toda derrota antes o después otorga la oportunidad de revancha. Pequeñas e inútiles, pero personales y satisfactorias.

He construido una personalidad basada en sólidas convicciones absolutamente fútiles a las que no iba a renunciar de ninguna manera. Luego la vida te va llevando por caminos raros, tiene su propio plan y acabas renunciando a ti. Elegir cuáles mantienes y cuáles dejas atrás es lo más difícil, sobre todo cuando no pierdes energía en justificarte cuando te descubres siendo aquello que siempre odiaste. 

El problema es que aunque sospeches que estás equivocado, la satisfacción que da verse en el lado correcto una vez, compensa las heridas de las otras 99.


En este caso estoy hablando de mi total y absoluto rechazo y desprecio al batín. Solo el ser humano sería capaz de concebir algo tan feo, que transmite una imagen tan horrible que me obliga automáticamente a mirar con desprecio y superioridad moral a todos los que ceden a ponerse ese atentado al buen gusto.

Por menos se han montado revoluciones. He visto un país cerca de ir a las armas sólo por una tilde.

Yo, que nunca dudé de mi odio y rechazo, que nunca apareció ninguna señal que me hiciera dudar de una de mis más sólidas convicciones, llevo unas semanas escuchando una voz dentro de mi que recuerda que vivo solo; que nadie tendría porqué saberlo; que las mañanas, e incluso la vida sería mas llevadera, que la temperatura a esas horas es más baja de lo que mi cuerpo entiende por agradable y que, ¿por qué no probarlo? ¿Tan malo sería?

Pero claro, por otro lado me digo ¿Qué es un hombre si no sus convicciones? ¿Es acaso sus contradicciones?

Escuché hace no mucho, que los principios son principios cuando son inconvenientes.

¿Es un batín eso de lo que hablo? ¿Sólo batín o batín solo? 

9 feb 2023

UNA BOLSA DEL SUPER Y DOS VERDADES

Suele decirse que los niños siempre cuentan la verdad. Y creo que es más que eso. Quizá lo que se quiere explicar es que de los niños sale siempre verdad sin adornos ni máscaras; sin trampantojos a los que recurrimos cuando queremos demostrar ser quien no eres.

La verdad de quién soy la cuenta un día cualquiera en el cole cuando era niño. Estaría yo en 2º de primaria; aunque quizá fuese 1º o 3º, qué más da. El caso es que estaba en el recreo cuando tuve que ir al baño. Allí, al bajar la bragueta descubrí que esa mañana al vestirme, o me había puesto los calzoncillos sin quitarme los que llevaba o me puse 2. Y ahí estaba, sin saber bien cuál de los 2 problemas que habían surgido en ese momento era más urgente.

Porque a veces está bien que lo urgente tape lo importante.

Así se entiende que mis primeros años independizado flipara casi a diario: ser autosuficiente, valiéndome por mí mismo, y acumulando meses pagando los gastos, cubriendo mis necesidades, pasándolo bien e incluso, viajando. Teniendo en cuenta que ya es muy loco que fuese capaz de salir de casa vestido y con las llaves en el bolsillo. Lo demás era milagroso.

Todavía no he podido averiguar cuál es el fallo del sistema. Pero no se entiende.

La vida huye hacia delante. Todavía no se le había dado explicación a este suceso cuando se subió la apuesta y me tocó dar un paso más y salir a seguir estafando al sistema en otro país, en un idioma que nunca he acabado de conocer del todo y, además, el doble mortal de regresar tiempo después sin grandes desperfectos y en mejores condiciones.

Ni la titularidad de Raúl Bravo en la Euro de 2004 se le acerca.

Y es que no me sorprendió cuando hace unos días me encontré con una bolsa de supermercado con más confianza en ella misma de la que yo tendré jamás.

Así que si llegado el momento, todo se viene abajo dolerá como las astillas en la piel, pero será parte del proceso. Pero ya no me quitan lo bailao

16 ene 2023

¿Y SI FUERA UN POCO MÁS LISTO?

Hace unos días, llegué a casa después del trabajo y mientras hacía la comida se me cayeron los espaguetis al suelo. Rápidamente los recogí junto a mi fracaso. La forma en que habían caído daban para escribir algo interesante y perspicaz si hubiese sido un poco más listo. 

Otra oportunidad desperdiciada.

Una vez leí que la virtud mejor repartida es la inteligencia, ya que todo el mundo cree tener suficiente. Si fuese más inteligente recordaría quién lo dijo. Solo he visto lamentarse de su capacidad a la chica de LODV y a mi.

Ni esto estoy solo. 

En general soy muy partidario de las redes sociales, con sus contras como todo, las disfruto bastante. A veces hasta lo malo me viene bien, canaliza mi mal rollo. De lo peor que hay por ahí son las imágenes con frases que se les atribuye a algún intelectual. Cada vez que topo con una de ellas, me pasa como cuando tengo una cicatriz; sé que no debería, pero no puedo evitar arrancar un trocito. Ahí me quedo, recreándome en la repulsa. 

Placer culpable.

De todas ellas, mi favorita es una de Machado que dice, "España de cada diez cabezas, nueve envisten y una piensa". La he visto a tanta gente que ya no salen las cuentas. Quizá por eso ya no me sorprende descubrirme habitualmente estando entre uno de los nueve.

Un famoso escritor contemporáneo acuñó aquello de "no cabe un tonto más" y (casualidad o no) por aquella época me fui a vivir fuera del país, poniendo de mi parte por arreglar el problema. No tengo la sensación que aquello funcionara demasiado bien.

Lo que (sospecho que) ocurre es que hay mucha gente que necesita verse por encima de los demás. Y claro, desde una atalaya todo es pulcro, limpio e impoluto. No hay necesidad de hacer cambios vitales, no tropiezas, no hay cicatrices y todo es redondo, congruente y perfecto. 

Vivir la vida desde la barrera y con distancia de seguridad. Como si vivir fuese un virus. Qué lujo.

Estos que van con la ropa tan pulcra, a veces no reparan en que lo que de verdad está sucio es la cabeza y eso es más difícil de ver y, por supuesto, de limpiar. Así que acaban ensuciándolo todo pero culpando a los demás de todos los males.


A mi a menudo me pasa que no puedo ver si hay alguien más sucio. Me mancho, dudo y no consigo llegar donde quiero casi cada día. Y me toca bajar al barro para llegar cada noche a casa cansado y sucio, intentando sobrevivir a mis dudas y contradicciones; con los pies llenos de tierra y, si el día se ha complicado, la mierda llega hasta las cejas. 

Poder cambiarme, darme una ducha y tener ropa resistente que poder ensuciar el día siguiente. Solo eso ya es una pequeña batalla ganada.

Porque no soy tan listo como para encontrar la manera de no mancharme.

2 ene 2023

UN BOCADILLO DE TORTILLA

Hace algún tiempo estaba yo quedando con una chica, conociéndonos, averiguando si tendríamos algún día una relación que llegara a algo más o no. En esas estábamos, deshilachando nuestros sentimientos, descubriendo nuestras (in)compatibilidades cuando se nos ocurrió ir a pasar un día a andar por la montaña.

Somos (éramos) unos antiguos, de los de ir conociéndose poco a poco; aunque con trazas de modernidad, por lo que me ofrecí para encargarme de hacer la comida y poder exhibir habilidades para apuntarme un tanto extra: "haré unos bocadillos, que no me cuesta nada" como sin darle importancia. Sobre todo porque no la tiene.

Qué bien entrarán unos bocatas tras unos cuantos kilómetros en las piernas.

Suele suceder que tomas una decisión y, al dar un paso al frente, desde cerca, esas pequeñas grietas por las que puede entrar el fracaso, se ven más grandes. Pero no hay vuelta atrás.

La tarde anterior me aprovisioné con una cantidad desproporcionada de patatas, huevos y demás ingredientes necesarios para cocinar unas cuantas tortillas: diferentes cortes de patata, proporciones de sal, de aceite, tiempo de cocción e intensidad del fuego para luego probarlas todas y elegir la más adecuada para llevar al día siguiente.

Fue divertido comprobar la cantidad de tiempo y esfuerzo que hay que invertir en ocasiones para conseguir un mísero empate. ¿Cuánto? Quizá es menos del que parece, aunque sin duda más del necesario. 

Con todo aparentemente bajo control me fui a dormir con la sensación del trabajo (bien) hecho. A la mañana siguiente me desperté tras un plácido sueño, cogí la mochila que me iba a llevar y al ir a meter las cosas, la sorpresa: la tortilla estaba perfecta, pero se me había olvidado el pan.


Me acordaba de esto al acabar el España-Marruecos; me pareció que la selección jugó de una manera que me representa mucho: se dedicó a cocinar con mucha dedicación una tortilla con muy buena pinta, que seguramente era difícilmente mejorable, pero se olvidó que para el bocadillo, hacía falta buen pan.

Guardo muy buen recuerdo de aquel domingo, fue un día agradable y divertido.

Tampoco gané mi mundial, pero desde aquel sábado las tortillas me salen buenísimas.