12 sept 2022

NO ESPERO NADA Y AUN ASÍ ME DECEPCIONO

A menudo paso por las zonas más bonitas de la ciudad, así que no es raro cruzarme con parejas enamoradas, gente que sabe apreciar la belleza y por ello en ocasiones están haciéndose una foto el uno al otro para, supongo llevarse un recuerdo visual de lo que más quiere y poder recordar con más precisión aquél bonito viaje que pasó por la ciudad de Valencia, sus playas, sus jardines y su luz.

Porque no todo son selfis.

No puedo evitar pensar cuántas fotos de esas hechas por y para tu pareja acabarán siendo publicadas en Tinder o una red similar cuando todo se rompa y salte por los aires. Porque pasa.

Ya ves, soy un romántico sin solución.


Septiembre empieza como esa foto; la ilusión, las promesas que haces a quien quiera escuchar, pero sobre todo, a ti mismo. Es un momento bonito porque se disfruta todo como nuevo por estrenar. Luego va pasando el tiempo y empiezan las grietas. Entonces quizá no es tan mala idea reutilizar esas fotos y esas ilusiones para otros objetivos. 

Esta parte de la resiliencia no te la contaron. La del fotógrafo.

Hace unos días alguien me decía que lleva un tiempo sintiéndose decepcionado consigo mismo; le he preguntado por sus expectativas. Y sí, las tenía, así que aguantando las ganas de darle un abrazo de consolación, le he dicho que esas decepciones se evitan cuando uno ya no espera nada. Así a "bote pronto" no parece muy atractivo. Pero evita disgustos.

Para demostrarme que no sé nada de la vida, al final de la conversación el tipo me ha ofrecido un regalo con el escudo del Valencia.

Así nos va.

Mediados de septiembre es los párrafos anteriores: cuando empiezas a intuir la caída y te inventas una película que suena bien, pero no es verdad porque aunque quisiera, la realidad impone sus ilusiones y sus metas. En el fondo como mínimo siempre acabo queriendo más: correr más rápido, llegar un poco más lejos y yo qué sé, ganar más. Por lo que he tenido que encontrar un resquicio para no fracasar en septiembre: aplazar las ilusiones para noviembre.

Además este año ahí tengo ya la excusa.

31 ago 2022

QUIZÁ ME ARREPENTIRÉ

No hace mucho en una cena, alguien contó con ese orgullo que se intenta disimular con poco éxito, que habían despedido a un camarero en un restaurante por la reseña que había puesto en Google. Yo casi me caigo de la silla. No solo por el comentario, que es de los que me pesan más que un polvorón en agosto, si no por ese orgullo incontenible con el que estaba pronunciado.

No sé si fue mi cara o hubo alguien más que lo sintió porque rápidamente alguien que había estado allí matizó que "no había sido solo por eso, que era una persona que trabajaba muy mal, incluso el establecimiento les había agradecido el comentario". Se hizo justicia.

Yo solo rezaba para que alguno de los camareros nos estuviese escuchando y se tomara su venganza. Por justicia poética.


Ante este tipo de situaciones nunca sé qué actitud adoptar. Uno a lo que aspira en esta vida es a tener cenas más o menos agradables y cuando te encuentras cenando con una persona así pues ya solo queda esperar a que Google invente un lugar en el que puntuar a los comensales y que alguien me avise con quién no me conviene estar. 

O no. Yo que sé.

En realidad, yo eliminaría toda opción de criticar negativamente un negocio o el trabajo de cualquier persona por un solo motivo: asegurarme que nadie podrá puntuar mal el mío.

Hay días que me levanto de la cama y sigo sin entender cuál es el fallo del sistema por el que llevo más de una década viviendo y valiéndome por mí mismo. Cualquier día alguien se da cuenta, lo repara y se e acaba el chollo. 

Casi seguro se descubrirá por una mala reseña escrita por alguien más listo que yo en internet.

Puro instinto de supervivencia. 

Bien pensado, esta sociedad funciona por gente como la que expone sus críticas sinceras en la red, si fuera por gente como yo, todo estaría lleno de 5 estrellas y no habría manera de saber qué sitios merecen la pena.

En el fondo, lo que odio y admiro a la vez es esa confianza que tienen algunas personas en sí mismas para criticar el trabajo de los demás públicamente con esa seguridad. Me pregunto cómo sería vivir subido al caballo de las mismas certezas siempre. Sin dudar un milímetro de ti mismo.

A mi me cuesta echar la mirada atrás a cualquier tiempo pasado y no sentir un mínimo de rubor por lo que era o pensaba entonces, así que cuanto menos registro haya de todo aquello, mucho mejor.

Hay quien dice que es positivo, que lo que realmente debería preocuparte es mirar atrás y ver que sigues pensando lo mismo que antes, que lo contrario significa que evolucionas. Yo no sé si esto es un clavo al que aferrarse para justificar la propia debilidad, pero el caso es que suena muy bien.

Hace 20 años pensaba que con el tiempo esto cambiaría, que con los años cada vez iría teniendo más seguridad en lo que hago y en mi vida se irían construyendo una certeza sobre otra como ladrillos en un edificio. ¿Ves como siempre fui un ingenuo?

Así pues han ido pasando los años y cada vez me quedan menos certezas, siempre frágiles pero eso sí, las pocas que tengo tienen mucho valor.

Y eso es mucho.

19 jul 2022

OVEJAS-TIGRES

A veces te cruzas con gente que es capaz de ir por la vida con estilo y seguridad, consiguiendo todos sus objetivos, yo a menudo me los imagino cual Michael Phelps, tienen ese talento: ir deslizándose como si fuera fácil. Yo sin embargo, cuando no me estoy ahogando siento que voy a lo perrito, como buenamente me permiten mis escasas capacidades y sacando la cabeza a ver si la orilla no está muy lejos. Y siempre lo está, desde niño. 

En mi colegio cada año por Navidad había un concurso voluntario de postales en el que había la obligación de participar. Como en todo, estaban los que les gustaba y tenían ilusión, los que se sabían con esperanza de llevarse algún premio, y estábamos también los que lo veíamos como otra de las consecuencias de la escolarización obligatoria y los traumas asociados.

Tendría unos 10 años y ya buscaba la mejor manera de salir del paso como fuera, así que se me ocurrió la mejor idea de mi vida hasta la fecha: ovejas yendo al portal. Cuantas más ovejas, menos tendría que pintar y antes podría dedicarme a no hacer nada, algo que por otro lado, es una capacidad que el sistema educativo nunca ha evaluado ni le ha dado valor. 

Por injusto que suene.

El caso es que acabé el dibujo. Cómo debía ser aquello que hasta me dio vergüenza entregar eso. Así que tras demostrarse que la idea no había sido tan buena como parecía en mi cabeza, tuve que ponerle remedio, cogí un rotulador marrón y fui añadiéndoles puntos marrones a cada oveja para darle color y alegría a la postal. Resultado las ovejas podían confundirse con tigres (?) así que abrí un bocadillo a cada oveja con un "bee, bee". Arreglado.

Fue uno de esos trabajos que cuando lo acababa, esperaba que un compañero se levantara a entregar el suyo para pedirle que se lo lleve a la profesora y así evitar pasar la vergüenza de dar la cara con alguien que ya sospechas, mucha estima no te debe tener. Aunque fuese recíproco.

Era todo tan terrible que a los profesores les hizo gracia y me dieron el tercer premio del curso. Ni lo de Grecia en 2004 puede compararse a ese éxito. Aunque lo celebrase menos.

Aquellos puntos marrones tapaban muchas carencias: había que disimular que en aquellos años hubo muy poco esfuerzo por aprender en general y por dibujar en particular. Y tampoco mucho interés.

Muchos (demasiados ya) años después, aquel dibujo ha vuelto a mi como un boomerang en forma de adolescente, de hermano que me enfrenta a un rol para el que no existe un rotulador que disimule mis carencias.

Y así seguimos: viviendo a lo perrito.

1 jul 2022

NOSTALGIA, PASADO Y FUTURO

A veces, sin ser yo de los que miran demasiado hacia atrás, ocurren conversaciones que traen anécdotas sobre alguna relación pasada. La contextualizas con un "mi ex, la que..." y añades una característica concreta, reconocible que bien puede ser dónde nos conocimos; aquello que todos sabemos que ocurrió; su trabajo; algún hobby o incluso puede que hasta de dónde era ella.

Es curioso pensar cómo recordamos a algunas personas una vez pasado el tiempo. Casi me atrevo a decir que ni elijo cómo las describo, son ellas las que dejan una huella determinada y no otra. 

Y claro, no puedo evitar pensar cómo se me recuerda a mi, ¿Qué recuerdo dejé? Si no pudiera interpretarse como un hecho delictivo, llamaría para preguntarlo. Pero por lo que sea no parece buena idea. Excepto que prefiriese sustituir ese recuerdo por algo así como "ese tarado que me llamó para preguntarme una chorrada. Tuve que bloquearlo".

Visto así, igual no es tan mala idea.

Hubo una temporada antes de mi última mudanza en que todos los días camino del trabajo, el semáforo se ponía en rojo justo cuando paraba en la puerta de la cafetería donde desayunamos por última vez. Cada mañana miraba y pasaba por mi cabeza aquél café. 

Cuando hacemos algo por última vez no sueles saber que no habrá otra. Así que cuando ya sabes que lo fue, las palabras y los silencios de ese día adquieren nuevas perspectivas.

De repente la cafetería tuvo también su último día y ya no abrió más. Después de unas semanas de obras y reformas, abrieron un eSportsBar. Supe que ahí había una metáfora pero no llegué a entenderla: cerró pronto. 

Poco después abrieron otro comercio, es posible que una carnicería y ya no había nada que entender: de aquello en poco tiempo no iban a quedar ni los recuerdos. Así que mucho mejor no aferrarse demasiado al pasado, el mundo seguirá avanzando y es muy probable que acabes por no entender el mundo. De ahí a pensar que el mundo no tiene sentido hay un paso.

Y como a todos nos pasa, cuando me atrapa la nostalgia, me justifico explicando que es algo muy propio de mi especie. Solo hay que mirar alrededor para darse cuenta que nos aferramos a muchas tradiciones, rutinas, actitudes incluso cuando ya no tienen ningún sentido.

Lo pienso mucho cada vez que voy al baño y me imagino a las generaciones futuras buscando en Google de dónde viene la expresión "tirar de la cadena" cuando de toda la vida se aprieta un botón.

¿O recuerdas cuándo fue la última vez que "tiraste de una cadena"?

26 jun 2022

¿QUÉ HARÍAMOS SIN ÉL?

Esta semana hice la renta. No soy yo de ir con prisas para los asuntos del dinero y creo que cada vez que iba a hacerla había un partido que tenía que ver. Estoy contento porque ha salido a devolver y he aprovechado para sacarme el abono de mi equipo y aun me ha sobrado algo para comprar quizá alguna camiseta, e incluso es posible, alguna otra cosa más relacionada con el deporte rey.

Estoy intentando calcular cuánto dinero tendría si no me gustara el fútbol. Igual no tendría que vivir de alquiler. Pero no es solo dinero, igual sería un padre responsable, con amigos muy centrados; es posible que ya tuviera algunos libros escritos o no me extrañaría que fuese un importante catedrático de Universidad.

Pero ahí sigo regalándole todo. Y lo que es peor, justificándolo.

El domingo pasado estaba comiendo con unos amigos y me decían preocupados que van viendo como cada vez hay más conocidos están mal, la preocupación que tenemos todos viendo como la gente se rompe y tienen que acudir a algún profesional porque todo se hace imposible de llevar. Que está muy bien la ayuda psicológica, no seré yo quien diga lo contrario, de lo que hablábamos es el malestar que produce ver a tanta gente rota.

Yo les explicaba que siendo esto cierto, yo había encontrado un nexo común en la mayoría de las personas que pasan por esto: no les gusta el fútbol. 

El siempre tan denostado deporte del balón, de los 11 contra 11 en pantalón corto detrás de una pelota será para tontos, pero poco se valora que, cuando tu mayor problema es el fútbol y sus dramas, es que todo va muy bien.

Reto a encontrar un termómetro vital mejor que este: que tu estado de ánimo dependa de lo que pasa durante 90 minutos en algún momento del fin de semana. No existe para el pueblo llano.


El verano pasado había quedado con mi sobrino para ver juntos la semifinal de la Eurocopa España-Italia. La mañana del partido me mandó un WhatsApp mi hermana para decirme que buscara otro plan, que se había portado mal y en consecuencia, no iba a ver el partido.

Hablé muy seriamente con mi hermana y le expliqué que yo estuve castigado el 13 de junio de 1998, no tengo ni la más mínima idea de por qué, pero 24 años después todavía recuerdo que no pude ver el España-Nigeria de Francia 98. Así que me vi obligado a explicarle que, por supuesto tendría motivos más que justificados para esa decisión, Dios me libre de meterme en la educación que le dan unos padres a sus hijos, pero aun así, humildemente me permitía sugerir que se replanteara bien si merecía la pena que esa losa pesara sobre ella durante más de dos décadas, como sin duda mi sobrino recordará, y generarle traumas similares a los que llevo arrastrando yo desde que soy niño.

Me contestó que le daba igual, que asumía el riesgo.

Alguien en la FIFA tendrá que asumir el castigo al que estamos sometidos millones de personas en todo el mundo este verano privados del placer de estar ahora mismo en calzoncillos pasando este insoportable calor delante de un México-Polonia.


En ese autogol de Zubi había un mensaje vital. Pero no supe leerlo.

21 jun 2022

UN RELOJ Y LA ILUSIÓN

Yo tuve una infancia entre feliz y muy feliz. Es algo que cuando vas cumpliendo años vas valorando como se debe y ya no piensas que es algo tan normal como creías. Si fui feliz es gracias a Dios y a la mayoría de gente de la que estuve rodeado entonces, algunos siguen ahí, otros no. La vida misma.

Se podría pensar que ahora que ya soy yo el que toma muchas decisiones y, por tanto, tengo más responsabilidad en lo que ocurre, las cosas ya no pintan tan bien. Se podría, pero no lo voy a hacer.

A menudo busco en qué momento se empezó a fastidiar todo esto; cuándo la balanza empezó a decantarse hacia el otro lado. Es difícil.

Aunque no sepa cuándo ocurrió, sí sé cuándo lo vi: cuando supe que, aunque nada hubiera cambiado, todo era diferente: fue el día en que eso de "podría ser peor" dejó de ser un alivio y pasó a ser una amenaza. La grieta no se podía cubrir.

Supongo que fue poco después de otro cambio aparentemente insignificante, una trampa envuelta en papel de regalo: cambiar el desayuno, pasar de la leche con galletas al café con leche. 

En ese momento empezó un camino sin vuelta atrás, como esas bridas que una vez han pasado el primer eslabón, nunca permiten que aflojes.

Y de esto nadie te avisa.


Hace unas semanas le prometí a mi hermano que en Julio le iba a hacer un regalo, colmaríamos una ilusión que tiene hace tiempo: un reloj.

Desde que lo hablamos todos los días dedica mucho tiempo a pensar en ello; a ilusionarse con cómo será tener ese reloj, se le ilumina su vida entera cada vez que lo piensa. Es todo alegría. Cada vez que pasamos por una tienda con un reloj en el escaparate paramos un rato a verlos, elegir uno, visualizarlo, decidir si es ese modelo, el color, o quizá otro mejor. Y así está, pasando los días, todas las noches coge un calendario para contar cuántos días faltan para el día prometido. 

Todo ilusión. 

Lo que él no se puede imaginar, es algo que yo ya sé: no van a pasar ni 2 semanas antes de que se canse y lo olvide en un cajón. 

Yo, que muy listo no soy, he perdido mucho tiempo explicándole que eso está mal; que las cosas son para disfrutarlas cuando uno las tiene y que no podemos pasarnos la vida deseando lo que no se tiene, para en cuanto lo tenemos, buscar otro entretenimiento, que la vida no funciona así.

Pero en realidad, no lo tengo tan claro, ¿Cómo que no funciona así? Por suerte, hace unos días caí en mi error, no solo no tenía nada que enseñar, sino la lección me la estaba dando él a mi: uno se ilusiona y punto. El resto no importa.

Nunca soy tan feliz en un campo de fútbol como antes de que empiece la primera jornada de liga, cuando los fichajes son potencialmente buenos, cuando me puedo imaginar que ese zurdito mediapunta que se han traído es mejor que Oliver Atom, antes de que toque el primer balón y mande el pase a la grada.

¿No son acaso los últimos 5 minutos del viernes en el trabajo el mejor momento de todo el fin de semana?

Quizá aquello que se rompió fue precisamente eso: la capacidad de ilusionarse sin miedo. De volar lo más alto posible sin tenerle miedo al sol.

Así que ya nunca más le pondré cadenas a la ilusión. Prometido.

23 may 2022

TIRO AL POSTE

Hace unas semanas estaba viendo un partido de fútbol sala. Era un partido importante, la semifinal de la Champions. Pese a ser un partido igualado en el juego, uno de los equipos iba perdiendo 2-0 mediado el primer tiempo y en un partido así, nadie baja los brazos.

Faltado poco tiempo para el descanso, el equipo que iba por debajo en el marcador inicia un ataque rápido, buenos movimientos de los jugadores, desplazan el balón a la banda derecha donde uno de ellos se va de su defensor y con una precisa pared se planta al borde del área, regatea al portero y pasa la pelota hacia el centro, donde recibe un compañero desmarcado que controla, mira la portería donde hay un defensa rival desesperado intentando proteger el espacio y tras un buen control dispara con fuerza.

El balón golpea en el poste y sale rebotado con fuerza hacia el centro del campo donde dos de los rivales que habían sido superados, inician el contraataque en clara superioridad, y tras una jugada algo liada con un rebote incluido marcan gol: 3-0.

En esa jugada, en ese tiro al poste está explicada la mitad de mi vida. O más.

Pasé el resto del partido dándole vueltas a la idea de si perder ese partido jugando así y teniendo esa suerte era fracasar o simplemente la sensación de fracaso era solo eso, una sensación. Y más viendo que el que tienes enfrente sí que lo consigue, que eso ahonda en la mala sensación.

Porque las sensaciones no lo son todo.

Hace unos meses conseguí uno de los mayores éxitos de mi vida deportiva. Fue tan poco, que se me hace raro usar la palabra éxito pero para mi fue el mundo entero.

Todavía hoy, cuando recuerdo ese día revivo aquella felicidad cruzando la meta en 2 horas y 58 minutos. Detrás de aquello había mucho esfuerzo, entrenamientos y kilómetros después de meses muy difíciles. Pero por un sueño, merecía la pena.

Después han venido meses difíciles sigo sin saber porqué no he podido ni acercarme a entrenar a esos ritmos. Molestias, problemas de todo tipo, pequeñas lesiones que me han impedido encontrarme nunca bien. Algunos días, ni 15 minutos sin parar he sido capaz de hacer. Ahora que empiezo a encontrarme mejor, sigo sin saber porqué me ha pasado.

Ha sido duro, más por no saber qué era lo que pasaba que por no poder hacerlo. Pero "como no hay mal que cien años dure", ahora estoy satisfecho por no haber dejado de intentarlo aun sabiendo que no iba a poder rendir, zapatillas y a pelear kilómetros; eso sí, siempre con la mínima esperanza de "y si hoy sí" pero solo conseguía chocar contra una realidad más fuerte que yo.

Cuentan que la evolución natural del corredor es empezar a correr para adelgazar y acabar adelgazando para correr. Y es cierto. Yo he añadido una tercera etapa: corro para escribir y escribo para seguir corriendo.

"Encontrarte con el éxito y el fracaso y a estos 2 impostores tratarlos de igual manera", decía Kavafis en como una de las claves para conseguir ser un hombre en su mítico poema. 


Me he dado cuenta que algo así es eso a lo que llaman madurar: perseverar sin tener en cuenta las circunstancias, no dejarse llevar por las malas sensaciones cuando en la cabeza solo aparecen excusas para abandonar.

Quizá madurar tenga que ver con eso; es posible que en realidad esté relacionado con abandonar los hobbies que añaden preocupaciones poco importantes en la vida y centrarse de verdad en las cosas importantes; o igual tenga que ver con tener las ideas claras y no estar dudando en cada línea.

En todo caso, seguro que no tiene que ver con superar las crisis para poder escribir de ellas con tranquilidad. Aunque siga sorprendiendo dónde aparece la motivación para continuar.

Mientras le daba vueltas a todo esto, el partido acabó 4-5. Con prórroga.

17 may 2022

NI NACE CON LAS VICTORIAS, NI MUERE CON LOS DESCENSOS

Hay una escena en Notting Hill en la que uno de los personajes organiza una cena en su casa con algunos amigos, uno de ellos va acompañado de una famosa actriz de Hollywood con la que ha empezado a salir. Allí, cuando están tomando el postre llega un momento en que se dan cuenta que solo queda un trozo de brownie, así que para decidir quién se lo come se les ocurre un divertido y macabro juego: el que convenza a los demás de que su vida es la más triste, gana.

Empieza entonces una triste, divertida y patética competición por demostrar quién es más desgraciado: el infeliz en su trabajo, la chica soltera que se siente fea y triste, la amiga en silla de ruedas que además no puede tener hijos o el divorciado que abandonó sus sueños profesionales si es que estos no le abandonaron a él antes. Pero el punto culminante es cuando la maravillosa Julia Roberts pide su oportunidad para sorpresa de todos: una desdichada vida de rica, permanentemente a dieta, expuesta siempre al escrutinio del público y con la sensación de que muy pronto vas a dejar de tener una buena consideración profesional. Entre otras cosas.

Todo muy triste. “Casi lo consigues pero no”, le dicen.

 

Ser del Levante en València es un poco como vivir en esa cena: las alegrías son siempre menos habituales que las penas, aunque quizá por ello se disfrutan más. Quieres creer que van a durar pero sabes que no caben muchas en el “yunque de la adversidad”. Esos momentos que tanto te alegran el corazón; son para otros pequeñitas, sin valor. Pero bien que las disfrutamos.

Las penas, las derrotas se parecen a las de muchos otros aunque cada uno las vivimos como especiales y eso hace que las podamos compartir juntos en familia, en una patética cena en la que nos reímos de nosotros mismos con el corazón ardiendo de dolor.

Sin dramas, sin excesos, con conciencia de quiénes somos y con el orgullo de haberlo vivido juntos, con nuestras muchas sombras y pocas luces. Pero con la certeza y el honor de estar en el lado bueno.

El sentimiento ni nace con las victorias, ni muere con los descensos.

Aunque en esta ciudad no tengamos derecho al último trozo de brownie.

8 may 2022

NUNCA CHOVEU QUE NON ESCAMPARA

Esta semana ha llovido tanto que hubo una noche que cuando la lluvia me despertó no tuve más remedio que comprobar que seguía viviendo en Valencia, que de alguna rocambolesca manera no había vuelto a Inverness sin darme cuenta.

Que lo dudara no sé si es fruto de la cantidad de situaciones inesperadas por las que he pasado últimamente o porque definitivamente algo aquí dentro está haciendo clic sin remedio.

El caso es que seguía en Valencia. Y Valencia en España.

El día siguiente esto seguía siendo Escocia. 

Esa tarde, volvía hacia casa cargando más peso que otras veces; llevaba tristeza, responsabilidad,  cansancio y algunas bolsas en una mano, en la otra un paraguas. Llegó el momento en que ya no pesaba demasiado, ya ni me mojaba, en definitiva: todo parecía controlado, incluso rocé la ilusión a algo parecido a la ilusión: un podcast entretenido en los oídos; las promesas de una buena ducha, una cena tranquila y un libro interesante iban ganando espacio en mi cabeza.

Tras un día intenso llegaba la recompensa. 


Miré hacia arriba pensando que el cielo no mostraba ningún interés en dar una tregua y en ese momento: ¡Chof! Una baldosa suelta, pantalón sucio hasta la rodilla, zapatillas empapadas y la temperatura corporal unos 10º menos en segundos.

Maravilloso.

Saqué como pude las llaves al llegar al portal y entré en casa más sucio, frío y derrotado que ayer, otra vez por elementos más grandes que yo y también, es justo reconocerlo, porque muy listo no soy.

En la vida, nos empeñamos en buscar las respuestas cuando muchas veces que lo que no nos damos cuenta es lo importante que es encontrar las preguntas correctas. El resto suele llegar de forma más sencilla.

Tanto mirar hacia arriba y se me olvida que por muy alto que quiera llegar, empiezas y acabas con los pies en el suelo.

3 may 2022

BANQUILLAZO

Cuando era niño y me preguntaban qué quería ser de mayor, lo confesara o no, siempre pensaba que el mejor trabajo del mundo era el de tercer portero de un equipo de primera división: a poco que te paguen da para vivir bien, te dedicas a hacer deporte todos los días, tampoco hay que madrugar demasiado, estás en forma y, además, muy mal se tiene que dar para no ya para jugar o liarla, sino para ir convocado: fines de semana libres.

Quizá no es algo que pensara solo de niño. 

Aunque entiendo que hay quien tiene otras aspiraciones en la vida y siente la frustración de estar en el banquillo.

Comprendo a aquél que llega a un club nuevo con todo lo que implica: adaptarse a otra ciudad, a veces hasta un país distinto con las maletas llenas de ilusiones y ganas de jugar; hacer bien las cosas y saber hasta dónde eres capaz de dar. 

Y pasa que no siempre las oportunidades se dan. Muchas veces uno sabe que no el problema no es que no trabajes o lo quieras lo suficiente, porque a veces lo quieres demasiado. Pero hay cosas que no dependen de ti. Nadie te puede asegurar que nada vaya a cambiar.

Pero tienes que seguir porque si bajas los brazos sí hay algo que tienes asegurado.

Otras veces tienes oportunidades en circunstancias adversas, e incluso pasa que tuviste una oportunidad y las cosas no salieron como pensabas. Y cuesta volver a encontrar otra.

Hay otros que llevan años en el club, lo conocen bien. Han dado su esfuerzo, compromiso y, conocen bien sus limitaciones dando buen rendimiento hasta que el club decide traer a otro que no siempre está más capacitado, pero todos sabemos lo que gusta la novedad. A mí me pasa con los libros: los que me apetece leer son los que están en librerías y no en casa.

Será justo o no, pero es una realidad ante la que poco se puede hacer.

Hay algunos también que tuvieron la oportunidad de irse a otro sitio, y al plantear la posibilidad se les dijo que no, que lo necesitaban en el equipo este año. Después de algunos meses en los que no entiende muy bien para qué lo necesitaban, la situación no es lo que se esperaba.


Cuando vivo estas situaciones en las que las cosas no salen, (que pasa más de lo que debería), siempre pienso que lo peor no es la frustración del fracaso. Eso es algo que se puede llevar. Lo jodido es que siempre aparece alguien que saca la bandera del discursito, el inconfundible capitán a posteriori. 

Cuando hacen falta soluciones realistas a tiempo, no se le ve. Debe estar ocupado dando lecciones a otros que no las necesitan.

Porque a estas altura nos las hemos visto de todos los colores.

21 abr 2022

LA CIUDAD ESTRELLA-DA

Siempre le agradeceré a La La Land que me enseñara la capacidad del ser humano de generar historias que me sorprendan hasta ese nivel. Me recuerda mi insignificancia. Hay escenas que soy incapaz de verlas con la boca cerrada. Me fascinan.

Uno no elige sus traumas, son los traumas los que eligen a uno.

La escena final de la película es de un romanticismo y un amor que ni en Disney fueron capaces  de imaginar: la protagonista vuelve con su marido a su ciudad, después de estar cumpliendo los sueños de su vida en Europa, la casualidad les lleva al garito del que fue su pareja, que también ha conseguido cumplir su sueño (¡viva el cine!) allí él está tocando el piano, se encuentran sus miradas y ella empieza a imaginar y soñar cómo hubiese sido su vida con él: sus genialidades, lo que la hacía reír, los hijos que tendrían, el hogar que  hubiesen construido entre los dos y  ¡ay! lo guapo que es. Todo esto hubiera tenido de haber renunciado a su carrera artística y quedarse con aquel con el que quizá vivió el amor más intenso, real y puro de toda su vida. Pero eso no volverá, no podrá nunca ni acercarse a vivir algo parecido a lo que tuvo con ese hombre. 

Su vida quizá sea feliz aunque para cumplir sus sueños de niña haya tenido que renunciar a ese amor y conformarse con otro más tranquilo, mundano. Sumergida en esos pensamientos mientras suena una maravillosa música en el club de jazz que lleva el nombre que ella sugirió un día. Imagina una vida fantástica y maravillosa con el hombre que tiene enfrente CON SU MARIDO AL LADO.

Acaba la canción y durante los aplausos, la pareja le dice a la chica si se quiere quedar un poco más, ella le dice que no (supongo que es momento de huir de sí misma) se levantan y se van PERO justo antes de salir del local, ella se gira y las miradas se reencuentran y es en ese momento cuando le sale el gesto más sincero de toda la escena, una mirada de complicidad que solo le puede salir con Ryan Gosling, ¿con quién si no?


Cada vez que en una boda suena la banda sonora de esta película, intento imaginar quién será el Gosling de esa historia, si estará invitado. Pero seguramente solo exista en mi perjudicada cabeza.

Porque esto a ti no te ha pasado ni te pasará, ¿verdad?

11 abr 2022

CARTA AL PASADO

 Hola David:

Aquí estoy en una cafetería junto al tranvía con un ordenador portátil escribiéndote una carta que en realidad si recibieras no cambiaría nada. O sí, pero, aunque cambiaran algunas cosas, la esencia seguiría siendo la misma.

Te voy a ahorrar detalles: estás empezando a pensar algo que vas a defender muchos años, sí, hablo del “manual para vivir”, que te diera la respuesta adecuada para cada momento, aunque en el fondo sabes (lo reconozcas o no) que si existiera, lo utilizarías para seguir haciendo lo que te dé la gana.

Hasta lo harías más convencido.

¿Crees que ya has escuchado demasiadas veces eso de “no te quejes del colegio, que luego lo echaras de menos”? Y las que te quedan. Pero en esto no vas muy desencaminado: a ti no te va a pasar. Seguro que hay a quien le sirve, pero no es tu caso. Tú te vas a manejar igual de mal ahí fuera, pero no habrá tanta gente “dando la chapa” (perdona la expresión, que no recuerdo cuáles usaba en aquella época). Como ves, muchas cosas se olvidan, forma parte de la vida, y tiene su parte buena: hay tanto por vivir que hay que elegir. No te imaginas ni qué ni dónde.

 Otra confesión: esto de echar la vista atrás y pensar cómo podías ser tan tonto te va a pasar durante muchos años, más de lo que imaginas. Incluso asumes que toda la vida será así. Luego llega un día que descubres que no, que algunas ideas se asientan, y entonces valoras lo que eras, porque cambiar de opinión es algo buenísimo y sanísimo: solo lo hacen aquellos que evolucionan, que buscan un camino y no saben cuál será su meta.

Cuesta creer, lo sé, pero al final hasta se acaban echando de menos esos cambios.

 


Hablemos ahora de algo importante: el deporte. Si madurar es seguirlo menos o conseguir que no te afecte, estás jodido. Perdón. No, no vas a vivir de ello y tendrás más decepciones que alegrías y aun así esa semilla que ya hay dentro de ti, no deja de crecer. ¿Qué si compensa? Te lo vas a preguntar a menudo. No sé la respuesta, pero ahí estás cada semana incluyéndolo en tus planes, forma parte de quién eres, de tu manera de entender el mundo y de ti mismo. Valóralo y cuídalo.

Después de leer el último párrafo has resuelto otra duda que en realidad no tenías: el valencianismo sigue igual que siempre, no los vas a cambiar. No hay nada peor. Nada.

Querrás saber cómo va en el amor: no te va a gustar la respuesta, pero créeme (o no, lo mismo da) es la mejor que puedo dar. Solo voy a decir que lo vivas con intensidad: no entenderás la mayoría de las cosas casi nada, pero es que entenderlo tampoco sirve de mucho. Habrá decepciones, alegrías, sueños que se cumplen y otros que se rompen sin estrenar. Cada historia te va construyendo. No sé si sonará bonito como frase o si es bueno, pero es una realidad, aceptarlo y paladear los buenos momentos es una obligación. Más veces de las que crees que eras capaz de soportar, te parecerá una mierda.

Tienes dentro de ti también esa necesidad de la búsqueda de Dios que te han inculcado de pequeño. Es una realidad que conviene no ignorar. Como en tantas otras cosas hay rachas en las que tendrá más importancia que otras. Lo importante otra vez, igual no es entenderlo como no dejar de vivirlo.

No sé si al final esta carta te va a aportar más preguntas que respuestas, pero el lugar en el mundo en el que te ha tocado vivir tus certezas más sólidas están construidas sobre dudas.

Mi último consejo es que quemes esta carta, dejes que la memoria se quede con lo que quiera, y a vivir.

29 mar 2022

ODIO PERDER

Odio perder.

Hay muchas maneras de perder, todas son dolorosas, desagradables e incómodas, cuando pienso que ya las he probado todas siempre aparece alguna sorpresa. Pero lo que todavía no he descubierto es una  sola que sea llevadera: goleadas en contra; partidos disputados y ajustados de esos que se deciden por detalles. Todas duelen, cada una a su manera. Si tuviera que elegir sospecho que siempre acabo eligiendo la más lejana: cuando paso por una goleada preferiría haber competido con la sensación de que haber estado cerca de conseguirlo; pero si la más reciente es por la mínima, prefiero la goleada: veo las ventajas de la tranquilidad de saber que estaba lejos de mí, que no había nada que hacer.

Supongo que no hay ninguna forma de dolor que me guste.

Tengo una edad que permite haber acumulado ya algunas, muchas derrotas de esas que no se reflejan en un marcador. A veces, pierdes amigos o amores por goleada: una traición, una ruptura que no quisiste intuir pero que desde el primer momento cualquiera que tuviera los ojos en la cara y no en el corazón vio mucho, mucho antes que tu: no estuviste ni cerca de competir, pero cuando quisiste darte cuenta el resultado era ya 3-0 y no había llegado el descanso. 

Es un dolor "humillante" que te tumba con un golpe seco en la sien y te deja heridas que te inmovilizan, que te tienen paralizado días o hasta semanas "si te enganchan bien". Es un dolor que alguna vez he deseado a alguien, pero que las buenas personas en sus cabales no lo quieren para nadie. Estas derrotas dejan pocas secuelas; con el tiempo son fáciles de asimilar y, cuando cicatrizan puedes volver a competir sin secuelas importantes más allá de la marca del golpe.

También he vivido derrotas de otra manera; en las que en realidad no pasa nada más que la vida. Has estado disputando el partido, compitiendo bien, dando el nivel, cometiendo y corrigiendo errores, luchando con tus armas; algunas jugadas bonitas, con ocasiones, defendiendo bien, hasta que llega ese momento. Una jugada a balón parado, un lanzamiento lejano que rebota en un defensa y, sin poder reaccionar te ves perdiendo. No hay muchas explicaciones creíbles más allá del manido "el fútbol -la vida- es así". Todo lo que quieras, aunque has vuelto a perder. Como casi siempre.

Descubres que antes compartíais tiempo y ahora ese tiempo no aparece, se busca "el hueco" que raramente se encuentra porque siempre hay algo mejor (o peor) más importante de lo que ocuparse. Es el momento en que te mantener el contacto ha dejado de ser un intercambio; uno es el que va al ataque mientras otro está replegado, cómodo esperando atrás y piensas que quizá tu siempre fuiste más de aprovechar el contraataque. 

Es el momento en el que la derrota se confirma.

Si las interpretas mal o tienes poca experiencia, puedes llegar a pesar que aun hay algo que ganar, aunque sea tiempo porque prefieres la más mínima esperanza a la mejor derrota posible. Existe siempre la tentación de volcar la frustración con el primero que pase por delante (siempre hay un árbitro cabrón) pero no, simplemente no se dio y punto. 

Siempre aparece alguien que conoce la explicación perfecta de lo inexplicable aunque ya de igual. Los más pragmáticos te dicen que "si no fue, es porque no tenía que ser". 

Y se quedan tranquilos.

Estas derrotas duelen de manera diferente a las goleadas, no hay un golpe definitivo aunque sí un momento en que te das cuenta que la derrota es un hecho, que lo tuviste ahí, pero  no. Como cuando alguien apaga el extractor de la cocina. Y ese silencio es un vacío. Son derrotas de las que cuesta reponerse, que dejan secuelas que van a durar mucho tiempo y cambian algo dentro.


¿Y las victorias? Entre tanta derrota, qué buen sabor tienen. Ya no es esa euforia que sentías hace, pero tienen esa dulzura suave que se disfruta como quien saborea una buena tarta de queso con arándanos.

A veces se dan los éxitos en tus peores partidos, cuando crees que no lo mereces aparecen personas que no ven excusas, encuentran momentos y pase lo que pase, siguen ahí. No, no lo compensa todo, pero ayuda.

Las victorias son todo lo contrario a una derrota: felices, agradables e incompletas. La derrota muchas veces es definitiva; pero una victoria no lo es nunca, una victoria te mantiene en la lucha, te exige dar un paso más y abre la puerta al compromiso de permanecer en la pelea como mínimo un día más.

23 mar 2022

PEQUEÑAS LECCIONES SIN IMPORTANCIA

Siempre fui un mal estudiante. Durante toda mi etapa escolar desde primaria hasta  la universidad, fui sacando los cursos con más pena que gloria; no pasaba de curso, me iba colando como podía cada año. Supongo que no es nada extraordinario, pasa cada año en cada aula, alumnos que van con el gancho. 

Pero al acabar la primaria, había una sensación de estar haciendo trampa doble: éramos la generación que estrenaba la ESO, así que pasamos los seis años escuchando a los profesores lo trágico del cambio, se lo habían cargado todo y lo único que hacían era crear imbéciles. Se venía el apocalipsis.

Quizá no aguantar la chapa más de lo necesario era lo único que me hacía seguir avanzando.

Y yo no digo que no tuvieran razón, muy listo no he salido, eso es cierto; aunque el tiempo me ha demostrado que lo de la imbecilidad es transversal, venía ya en planes de estudios anteriores. Una pena.

Con eso y con todo, algunas cosas aprendí casi sin querer esos años.

Estaría yo en 2º de la ESO cuando llegó un profesor con los resultados de los exámenes. Antes de empezar felicitó a la clase: solo habían suspendido cinco de los treinta y pico que éramos. Mientras yo tragaba saliva y calculaba si me habría salvado de la quema, el chico que estaba a mi lado lo celebró cerrando el puño. A los cinco minutos entendió que se había precipitado.

Aprendí ahí más estadística que en cualquier clase de matemáticas.

Un par de años antes en una clase de inglés, el profesor entró corriendo y nervioso al aula, allí estábamos todos algo alterados, gritó algo en inglés y empezó a pasar pupitre por pupitre repartiendo negativos. Cuando llegó al mío, yo con mis libros encima de la mesa, le miré con una media sonrisa que no tardó en congelarse: ¡Sr. Serra, negativo! (¿o dijo Mr. Serra?) Había vuelto a cagarla pero subiendo el nivel: ni la menor idea de porqué. 

Negativo por idiota.

Podría decir que en ese momento le cogí miedo y odio al inglés y todo lo que conlleva, pero esa frustración venía de antes.

Para lo que sí me ha servido esta anécdota durante muchos años es para darme cuenta de varias cosas: primero, que un negativo más (o menos) no influyó nada ni cuando viví en Escocia (no sé si lo hubiera tenido en Inglaterra); segundo, que hay situaciones que en el momento parecen gigantes que con el tiempo se vuelven diminutas; y tercero, que hay veces en la vida que tener una posición de superioridad impone la obligación de responsabilizarse de los errores de los demás antes que penalizarlos.

Alguna cosa más aprendí, pero como no estaban en el currículo de la LOGSE no las recuerdo.

No sé lo que tardé en descubrir que el workbook tenía que estar abierto. Poco fue un negativo, ahora que lo pienso.



18 mar 2022

CUANDO DICES QUE TE VAS

Hay problemas que conforme van pasando los años da igual lo que hagas por solucionarlos, no se arreglan y de hecho cada vez estás un poco más lejos de arreglarlo, como los cables de los auriculares cuando intentas desenredarlos, cada vez tienen más nudos y más fuertes.

Llevo años preocupado y casi obsesionado por mi incapacidad para irme a tiempo de los sitios: de los bares, las relaciones, las casas, algún trabajo, ciudades y países. Siempre se me hace tarde. Irse en el momento preciso, el superpoder más infravalorado.

Y yo lo intento, pero todo son incógnitas. Porque no es solo identificar el momento en que uno empieza a sobrar, que estás de más; es que una vez identificado hay que coger tus cosas y moverse: "adiós, me voy",  ¿parece fácil, eh?

Las cosas más desconcertantes en esta vida son aparentemente las más sencillas.


Tantos años dándole vueltas, observando a la gente irse, buscando la mejor manera de irse para descubrir que la realidad es que cuando dices que te vas es que ya te has ido.

Así que aun sin resolver este problema, caí en la cuenta en que he pasado toda la vida con uno mucho peor que conforme pasan los años no deja de empeorar ¿Cómo voy a solucionar el momento de irme si tampoco sé llegar?

Llevo toda la vida presumiendo de ser alguien puntual, siempre llegando pronto a todas mis citas: las pachangas con los amigos, ir a tomar algo, a las entrevistas de trabajo, a los conciertos o a los partidos de fútbol. Y sin embargo, llega un momento en que te das cuenta que hace tiempo que la realidad es que llevo toda la vida llegando tarde a lo importante.

Llegué tarde al amor y ahí sigo acumulando retrasos, emigré cuando ya iba siendo hora de sentar la cabeza y lo peor es que allí descubrí que me había independizado tarde también. Como no podía ser de otra manera al trabajo esperado también llegué más tarde de lo que me contaron que lo haría, incluso cuando quizá ya no se esperaba que llegase nada. 

Pero fíjate, al final de la historia aun sin saber llegar o irse, lo importante es disfrutar el durante.

10 mar 2022

EMPATAR FUERA DE CASA

"Nadie acepta ya que las cosas pasan a veces sin que haya un culpable, o que existe la mala suerte"

En el fútbol como en tantas cosas en la vida hay situaciones que escapan de nuestra lógica, por mucho que queramos darles una explicación acaban sorprendiéndonos y ante eso caben dos posibilidades: aceptarlo, jugar y seguir intentándolo o ir de listo para acabar haciendo el ridículo. 

No veo un punto intermedio y sospecho cuál es la opción más utilizada.

A mi me pasa que me levanto los domingos y si pienso en la semana que está por venir me siento invencible; tengo una estrategia perfecta sin fisuras en mi cabeza, el posicionamiento ideal, un 5-0 no será raro, nos vamos a lucir; llega la tarde y me surgen algunas dudas: el rival no es cojo y quizá haya algunos factores que se me puedan escapar. Nada importante.

Como dijo una vez un entrenador: antes del partido, en la pizarra todo es perfecto: los jugadores en su posición ideal, luego el árbitro pita, se empiezan a mover y vienen los problemas.

El lunes por la mañana empiezan a pasar cosas: te das cuenta que no habías caído que el partido era fuera de casa, tu lateral derecho no se entera, molestias en un central y claro, tampoco se puede ir a lo loco. Salvas el lunes de milagro, el martes estás a punto de meterte un gol en propia puerta así que el miércoles por la mañana le estás diciendo a tu portero que aguante los saques de puerta, que el descanso está ahí y mejor no arriesgar el empate.

Si el jueves no hacemos ninguna tontería y acertamos con los cambios (que por supuesto son meter defensas y sacar delanteros) el viernes a mediodía estamos yendo al córner a dejar que pase el tiempo.

Total, nunca fue mal negocio un empate fuera de casa. 

La próxima semana no se nos escapa.

25 feb 2022

CAÍDAS

Las alegrías son todas iguales sin embargo las caídas lo son cada una a su manera.

Una vez me contaron que en Asia los jarrones de porcelana más cotizados son aquellos que están reparados, aquellos que un día tuvieron algún accidente, probablemente una caída se hicieron pedazos y tuvieron que ser arreglados. Allí entienden que esos jarrones tienen una historia.

Son jarrones que tienen vida.


Yo me he caído muchas veces; algunas memorables otras no tanto. He tenido caídas profesionales, me he caído andando por la montaña, más caídas sentimentales de las que yo creía que sería capaz de aguantar, caídas haciendo deporte (una vez se me salió la mandíbula). Por caer, hasta el pelo cayó hace años.

Ojalá no me hubiese caído tanto, vaya esto por delante.

En cada caída he encontrado a gente diferente, no siempre me he podido apoyar en los mismos: a veces no podían, otras no querían e incluso me ha hecho caer quien yo pensaba que estaría ahí cuando eso pasara.

En todas había alguien que siempre estaba ahí: descubrí a uno que creía ser mejor de lo que era, que presumía de unas virtudes que, llegado el momento no aparecían. Peleábamos mucho, me enfadaba, pero siempre estaba ahí; no me caía bien, era desagradable, pero sobre todo inevitable.

¿Quizá hubo un clic?

No sé si fue porque acepté que no tenía más remedio, pero llegó el momento en que tuve que empezar a manejarlo de manera diferente: hablarlo con calma: si me iba a encontrar siempre con el mismo, más me valía empezar a llevarme bien con él; dejar de engañarme y ver que, si algo no me gusta o está roto, conviene no esconderlo y mucho menos cabrearse: hay que verlo para cambiarlo o arreglarlo.

No pretendo romantizar la caída, al contrario, hago todo lo posible por no caer, pero cada caída no dejaba de ser un aviso que había que cambiar cosas y, lo más importante: que hay que tener la valentía de mirar lo que no te gusta.

Es la única forma que he encontrado de conseguir llevarme bien conmigo mismo.

Al final descubrí que, cuando ni siquiera sabía que no había entendido nada, aquellos que valoraban los jarrones rotos lo habían entendido todo.

Entendían la vida.

8 feb 2022

ÉXITOS, FRACASOS Y UNA DUCHA ROTA

A veces de las mayores desgracias diarias salen los mejores días. La semana pasada se rompió la ducha de mi casa. No se me ocurre ninguna desgracia mayor en el hogar. Al fin y al cabo, si se rompe la lavadora, la nevera o algo así, basta con una llamada y que se ocupe otro. Pero para la ducha no, de la ducha tengo que hacerlo yo. 

Y ocuparme de algo así es potencialmente devastador.

El sábado por la mañana me levanté decidido a arreglarlo; contra todo pronóstico lo conseguí a la primera (hoy sigue en perfecto estado) así que tras solucionar ese terrible problema, de la ducha salía agua y confianza. Aproveché la inercia y, para ser un sábado cualquiera de los que se olvidan con el tiempo,, no sé si fui feliz, pero si no lo fui, se le debe parecer bastante.

Para rematarlo todo, por la noche tenía concierto y por si fuera poco, mientras me preparaba para ir tuve una inspiración: un texto perfecto, maravilloso, redondo. De los que uno siente que va a ser íntimo sin ser obsceno, perfecto para exhibir y recibir aplausos y reconocimientos.

Apunté la idea y a poner el broche al día con la noche.


He pasado un par de días sentado delante del ordenador, escribiendo y borrando: hasta tres borradores he empezado. Nada. Lo que ayer era el final perfecto, hoy no hay manera de darle forma.

Convertir la felicidad en un fracaso más y que no deje de ser felicidad.

Quizá de eso trate casi todo.

22 ene 2022

¿EN QUÉ MOMENTO HA PASADO TANTO TIEMPO?

"Nunca pasa nada hasta que pasa, y entonces estás jodido hasta el fondo. Antes de estar jodido, mi vida era perfecta, y si no perfecta, porque la perfección es otra forma de calamidad, yo al menos vivía con la despreocupación de aquel que hace lo que más le gusta y a quien nada le provoca fastidio. Eso para mí, significaba algo aproximadamente perfecto" (El váter de Onetti)

Últimamente miro el reloj casi lo mismo para saber qué hora es cómo para comprobar en qué año estamos. En esa persona me he convertido.

Sobre el paso del tiempo se ha escrito mucho, no creo que yo pueda aportar nada nuevo y mucho menos mejor de lo que ya hay. Pero lo que sí sé, es que los días pasan sin que pase nada y en realidad pasa de todo hasta que de repente una tarde cualquiera, sin avisar, la vida te pone delante tu realidad, una realidad que ni imaginabas ayer y que si alguien entiende que me la explique, o mejor no; total, ¿para qué?.

Me pasó ayer.

Salí de trabajar a mediodía no muy tarde, fui a casa a comer con la intención de ir a entrenar pronto para que me diese tiempo a cumplir después con algunas de las nuevas obligaciones que me han caído desde hace unos meses. Así que me senté en el sofá, yo creo que no pasó ni un momento y al mirar el reloj, sorpresa: ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿En qué momento ha pasado tanto tiempo? ¿Casi las cuatro ya?

Aun con esto, tuve tiempo de calzarme las zapatillas y cumplir con el entrenamiento. Bien.

Un par de horas después estaba sentado en una silla en un Burguer King junto con un grupo de madres mientras celebrábamos un cumpleaños. Yo no sé si es que todavía seguía aquello que me vino después de comer; o le había dado tiempo a irse y volver, pero en mi cabeza seguía ahí, ¿en qué momento ha pasado tanto tiempo? ¿Finales de Enero? ¿¿¿2022???

Tengo la sensación de que ayer estaba jugando a balonmano en el patio del colegio y sin embargo casi no han pasado cosas en todo este tiempo...

14 ene 2022

LISTA DE NO DESEOS

Uno de mis propósitos de estos días es retomar el blog (este año de verdad, no como los 4 anteriores) e incluso hasta he tenido un par de lo que yo creía eran buenas ideas pero que el tiempo ya ha dejado obsoletas. Una de ellas era mi carta a los Reyes Magos, pero ha pasado más de una semana desde que se fueron y casi ni la llegué a empezar.

Aun así, recuerdo que hubo un rey que llegó tarde, un rey que me representa y que quizá esta vez sirva de algo: Artabán.


A estas alturas no quiero hacerle el camino más difícil con mis tonterías, espero que esta carta le ayude a entregar otros paquetes más importantes a tiempo:

Querido Artabán,

Este año te voy a pedir que pares un momento en tu largo camino, tomes un buen café y hagas una última revisión de tus paquetes, quizá lleves alguno que te sobre y puedas aligerar la carga:

No me traigas un descenso; no traigas noches largas de esas que duran varios días o semanas; no necesito mentiras ni promesas rotas; tampoco cuentos de hadas; no quiero lesiones, ilusiones que vienen rotas antes de abrirlas, ni que se vayan más amigos de los que ya marcharon.

No quiero mudanzas; no traigas llamadas de comerciales a la hora de la siesta; prescinde de algunos fracasos, los puedes dejar ahí donde estas ahora y ya encontrarán dónde ir; no nos traigas más muebles o electrodomésticos; las roturas, los pinchazos, las lesiones pesan demasiado para un viaje tan largo. No quiero encierros ni confinamientos, los hemos probado y no nos han convencido.

No me traigas funerales, tristezas o decepciones que tenemos todavía algunas que no hemos podido devolver; no traigas plastas, no quiero listillos ni profetas del día después; ni por favor, cenizos, tristes y pesimistas. Tampoco imbéciles.

No vengas con soledades ni con compañías vacías; no te lleves más gente de los que ya se fueron, aunque algunos sigan aquí aun sin estar. No te voy a pedir que no traigas bodas, pero no demasiadas.

No quiero que se me estropee la moto, quedarme tirado en cualquier carretera sin nada que leer, no traigas aburrimiento insoportable y si puede ser, deja algunos grados menos de los que sueles traer para el verano.

Hay gente que aprende de las derrotas, que saben lo importante que es que a veces las cosas salgan mal, aprenden mucho; así que si tienes una de esas quizá convendría que se las llevases allí a ellos; total, en esta casa tampoco valoramos tanto lo de aprender, créeme. Esos lo aprovecharán mejor. 

Si revisas y tienes alguna sorpresa de esas que me he olvidado, no dudes en dejarla.

Atentamente.

David.