25 feb 2022

CAÍDAS

Las alegrías son todas iguales sin embargo las caídas lo son cada una a su manera.

Una vez me contaron que en Asia los jarrones de porcelana más cotizados son aquellos que están reparados, aquellos que un día tuvieron algún accidente, probablemente una caída se hicieron pedazos y tuvieron que ser arreglados. Allí entienden que esos jarrones tienen una historia.

Son jarrones que tienen vida.


Yo me he caído muchas veces; algunas memorables otras no tanto. He tenido caídas profesionales, me he caído andando por la montaña, más caídas sentimentales de las que yo creía que sería capaz de aguantar, caídas haciendo deporte (una vez se me salió la mandíbula). Por caer, hasta el pelo cayó hace años.

Ojalá no me hubiese caído tanto, vaya esto por delante.

En cada caída he encontrado a gente diferente, no siempre me he podido apoyar en los mismos: a veces no podían, otras no querían e incluso me ha hecho caer quien yo pensaba que estaría ahí cuando eso pasara.

En todas había alguien que siempre estaba ahí: descubrí a uno que creía ser mejor de lo que era, que presumía de unas virtudes que, llegado el momento no aparecían. Peleábamos mucho, me enfadaba, pero siempre estaba ahí; no me caía bien, era desagradable, pero sobre todo inevitable.

¿Quizá hubo un clic?

No sé si fue porque acepté que no tenía más remedio, pero llegó el momento en que tuve que empezar a manejarlo de manera diferente: hablarlo con calma: si me iba a encontrar siempre con el mismo, más me valía empezar a llevarme bien con él; dejar de engañarme y ver que, si algo no me gusta o está roto, conviene no esconderlo y mucho menos cabrearse: hay que verlo para cambiarlo o arreglarlo.

No pretendo romantizar la caída, al contrario, hago todo lo posible por no caer, pero cada caída no dejaba de ser un aviso que había que cambiar cosas y, lo más importante: que hay que tener la valentía de mirar lo que no te gusta.

Es la única forma que he encontrado de conseguir llevarme bien conmigo mismo.

Al final descubrí que, cuando ni siquiera sabía que no había entendido nada, aquellos que valoraban los jarrones rotos lo habían entendido todo.

Entendían la vida.

8 feb 2022

ÉXITOS, FRACASOS Y UNA DUCHA ROTA

A veces de las mayores desgracias diarias salen los mejores días. La semana pasada se rompió la ducha de mi casa. No se me ocurre ninguna desgracia mayor en el hogar. Al fin y al cabo, si se rompe la lavadora, la nevera o algo así, basta con una llamada y que se ocupe otro. Pero para la ducha no, de la ducha tengo que hacerlo yo. 

Y ocuparme de algo así es potencialmente devastador.

El sábado por la mañana me levanté decidido a arreglarlo; contra todo pronóstico lo conseguí a la primera (hoy sigue en perfecto estado) así que tras solucionar ese terrible problema, de la ducha salía agua y confianza. Aproveché la inercia y, para ser un sábado cualquiera de los que se olvidan con el tiempo,, no sé si fui feliz, pero si no lo fui, se le debe parecer bastante.

Para rematarlo todo, por la noche tenía concierto y por si fuera poco, mientras me preparaba para ir tuve una inspiración: un texto perfecto, maravilloso, redondo. De los que uno siente que va a ser íntimo sin ser obsceno, perfecto para exhibir y recibir aplausos y reconocimientos.

Apunté la idea y a poner el broche al día con la noche.


He pasado un par de días sentado delante del ordenador, escribiendo y borrando: hasta tres borradores he empezado. Nada. Lo que ayer era el final perfecto, hoy no hay manera de darle forma.

Convertir la felicidad en un fracaso más y que no deje de ser felicidad.

Quizá de eso trate casi todo.