25 jun 2023

CUANDO EL HIELO QUEMA

Hace unas semanas escuchaba una entrevista a un entrenador de fútbol. Atendía al periodista con la felicidad que da haber conseguido un éxito importante y más, tras haber sido despedido de su anterior club. El periodista preguntaba si además de la alegría por haber conseguido el objetivo y haber superado las críticas, tenía también la tranquilidad de poder demostrar su capacidad y su valía. El hombre contestaba que no, que nunca dudó, que la confianza en su trabajo fue siempre del 100%.

No me caí de la silla porque iba andando por la calle. 

Necesito que sea mentira. Que esa seguridad en uno mismo y no sea posible ni real; y si existe como parte del éxito, no me lo contéis. 

Siempre me ha costado leerme, a veces encuentro algo que escribí hace tiempo y no puedo evitar la vergüenza por lo que hay ahí escrito. Últimamente ya n me hace falta encontrar nada. A mi memoria vienen gratuitamente recuerdos de algo que dije, hice o pensé y quisiera que me tragara la tierra por haber sido así, tan estúpido.

Defenderse de esto es fácil durante 20 años; al fin y al cabo, estás en crecimiento y puedes recurrir a la cosa esa de la inmadurez, y pensar que los años asentarían seguridades, que llegaría la madurez y habría consistencia, continuidad y seguridad en mi pensamiento. 

Sí, siempre he sido un ingenuo.

Pero ya llevo muchos años sospechando que eso no llegará, que sería más práctico averiguar si esta incapacidad daría derecho a una paguita; o si, por el contrario, la madurez es otra de esas cosas que tampoco eran verdad. De las que se habla mucho, incluso hay quien asegura conocerla, pero nadie ha podido demostrar. 

Algo así como el perro de Ricky Martin.

Creo que si sigo escribiendo es para saber si llegará el momento en que deje de avergonzarme de mis ideas, y de paso, tener una fotografía del momento exacto en que ocurre. Después habría que resolver si he traspasado la inmadurez o, al contrario, acabé por afincarme en la gilipollez.

Mi seguridad se cimienta sobre dudas y fracasos. 



Otra de las respuestas de aquella entrevista que me recordó que a veces voy por el mundo intentando disimular que no entiendo nada, fue cuando le preguntaron su opinión sobre un jugador de otro equipo y dijo algo que me pareció quería ser positivo: "su mejor cualidad es que hace mejores a los demás".

¿Qué quería decir? ¿Estaba insinuando que de tan mal que juega es bueno? ¿Lo hace tan mal que los que juegan junto a él parecen mejores de lo que son? 

No es algo tan raro, el hielo también quema.

Ya no pude seguir escuchando, me entretuve pensando cuántas personas hay en mi vida que hacen mejores a los demás. Cuántas lo son por lo que aportan y cuántas porque te hacen valorar lo que tuviste en tu infancia. Se me ocurrieron unos cuantos, hasta cantantes, artistas y políticos.

Incluso pensé cuántas veces y con cuánta gente he sido ese, porque esto explicaría porqué mis exnovias encuentran la pareja definitiva con el chico que conocen después de haber tenido una relación conmigo.

O no. 

Porque quizá la vida sea eso que dice el protagonista de "Prórroga" la novela de Antonio Agredano, quizá la vida sea "más un uy y no tanto un gol" y lo importante no era ganar, sino perder recibiendo menos goles de los esperados.

Así que lo único que me queda es pensar que madurar será darse cuenta que en la vida no son metas a las que llegar, sino solo caminos que recorrer.