Hace unos meses hubo una reforma en el edificio donde viven mis padres y cambiaron el ascensor. La obra, por supuesto, se alargó más de lo previsto, el ascensor funciona peor que antes, aunque eso sí, ahora habla. Cuando se pone en marcha te avisa: "ascensor cerrando puertas". Mi cabeza automáticamente cada vez añade: "abriendo heridas". Es toda una experiencia descubrir, décadas después que Gloria Estefan sigue sonando en mi cabeza. Supongo que algo parecido es lo que llamamos éxito en la vida música.
Eso, o que mis neuronas van dando síntomas de decadencia. No lo sé.
Hace unos días se lesionó Messi. El mejor futbolista de la historia con 20 años de carrera y casi 800 partidos jugados, estaba disputando otra final. Quizá uno de los pocos partidos que aun le sigue importando ganar. En una acción más, le pasan la pelota, el control se le va largo y sale corriendo a por ella. Un mal gesto y se lastima el tobillo él solo. Intentó seguir en el partido, pero tiempo después, en una acción cualquiera, ya no pudo más y tuvo que ser sustituido. Las imágenes de Messi con el tobillo hinchado y lágrimas de impotencia, impresionaban.
Bueno, me impresionaban a mi que soy superficial, me importa el fútbol, sigo teniendo a Gloria en mi cabeza (además, mal citada). A ti, que sabes que el fútbol es una tontería, que son solo unos millonarios en pantalón corto corriendo detrás de una pelota, no. Tú eres mejor que yo.
El caso es que viendo aquello pensaba en el equipo de profesionales que rodea a Messi: médicos, fisios, dietistas. Todos ellos profesionales contrastados con el objetivo de cuidar el físico de un talento especial.
Y aun así, se rompió.
Vaya, a veces todo no es suficiente.
Y claro, resulta que tú y yo no tenemos tanto talento ni tanta suerte. Tampoco conocemos el manual de la vida, ni nadie nos ha dado pautas sobre cómo vivir. Hacemos lo que creemos, de la manera que mejor nos sale. Algunos días te esfuerzas y das lo que tienes. Otros, suficiente es solo conseguir pasar otro días más. Y resulta que ocurre que hay veces que no puedes más y no te explicas porqué. Te sientes agotado, triste, sobrepasado y no te lo explicas.
¿Qué ha pasado? ¿Qué he hecho mal?
¿Y si lo único que pasa es que te rompes y ya está? No hay que buscar muchos motivos. Si no puedes, no puedes. Paras, levantas la mano y vete al banquillo. Descansa, llora si tienes que llorar, te cuidas y luego sigues.
Se rompió Messi, hace tres años en mitad de la competición más importante de su vida, se rompió Simone Bales, se cuidaron y vuelven a su trabajo. En ocasiones nos toca a nosotros parar y rehacernos, porque eso es lo que está bien. Y quién sabe si parar cuando no quieres hacerlo es lo que hace falta para aprender a usar la honda con la que derrotar a Goliat.
El mundo seguirá girando, tú tienes todavía mucho por jugar, y yo tengo curiosidad por saber cómo seguirán evolucionando los ascensores. Siempre nos quedará la consistencia y estabilidad de las escaleras.