Hace no mucho caí en la cuenta de que no es lo mismo táctica que estrategia. Es posible no obstante, que siempre lo haya sabido no lo sé. Y uno que presume de tener siempre muy clara su táctica e intenta ser muy fiel a ella, hay algunas cosas que debería tener muy claras. Quizá no, pero el caso es que tuve 8 horas entre aviones y aeropuertos en los que no encontré nada mejor que hacer que pensar en ello para acabar concluyendo que la táctica es el cómo y la estrategia es qué.
Dicho queda.
Dicho queda.
A veces tengo la sensación de que en este blog está todo lo que me ha ocurrido en los últimos 7 años excepto lo importante. Las cosas más importantes, esas no caben aquí, son demasiado grandes.
Esta excusa me ha servido para no contar que hoy era un día marcado en rojo en mi calendario desde hace meses. He invertido muchas horas y más esfuerzo en preparar bien el examen que tenía hoy. Era mi "final".
Pero quizá este argumento haya sido solo la excusa para protegerme de airear un posible fracaso y en realidad el examen no fuese tan importante y no sea más que solo eso, un examen.
Y humillarse públicamente de vez en cuando es un ejercicio recomendable. Creo.
Me gusta imaginarme el día después de un partido importante o del final de la liga al entrenador de mi equipo yendo a su despacho para archivar y guardar todo el trabajo previo; los informes que usaron durante meses para preparar el partido.
Es posible que sea una estupidez pero es algo que no puedo evitar y además me gusta. Era un detalle que me encantaba de la serie "caso abierto" al final de cada capítulo algún miembro del equipo acudía al archivo a guardar la caja.
Ese vacío que deja el final, ese "¿y ahora qué?" Esa duda (siempre las dudas) si merecía la pena el esfuerzo, si todo compensa. Será por ese miedo a la posible respuesta que uno decide no parar más que lo justo para coger las fuerzas suficientes para afrontar el siguiente reto, el siguiente partido o un nuevo examen.
Huir hacia adelante.
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