La vida es cuestión de actitud, no hace falta vivir grandes cosas para experimentar momentos importantes. A veces, en mitad de la rutina, la vida te explota, las certezas saltan por los aires y acabas más allá de donde imaginabas. En la rutina está encerrado el secreto de lo extraordinario.
Y es por ello que, de vez en cuando, hay que lanzarse a los brazos de lo extraordinario y, por ejemplo, irse de viaje a otro uso horario, donde todo pasa y no cambia nada. Colombia fue para mi, uno de los primeros capítulos de un año que ya está acercándose a su desenlace.
Una tarde de esas en las que te puedes permitir arreglar el mundo porque el tiempo no existe, mi Garmin dimitió, uniéndose a la sensación de que allí el tiempo no existe. Intenté solucionarlo (reiniciarlo y cargarlo) pero no pude hacer nada. A veces, es necesario un ligero inconveniente para darte cuenta que la felicidad está ahí, con voluntad y sin esfuerzo, cuando te das cuenta de que algo cambia, pero todo sigue igual.
Unos días después salí a correr por Cartagena, y por primera vez en años lo hacía sin reloj, sin referencias de tiempo o de distancia. Solo mis piernas, el calor del Caribe y 2 buenos amigos acompañándome. El plan perfecto, ¿verdad?:
Pues no.
Porque, a ver si os habéis creído que soy un hippie que hace deporte por salud, por disfrutar y por no se cuántas cosas maravillosas que aportan integridad, salud y te hacen mejor persona. ¿Acaso soy un libro de autoayuda con piernas?
Qué bonito quedaría ahora contando lo que disfruté la experiencia, que me encontré a mi mismo en ese rodaje y redescubrí lo que era correr sin nada más que importara, y que mis pensamientos eran limpios y perfectos. Pero la realidad es otra. La realidad es que improvisé varias formas de preguntar por el tiempo y el ritmo que llevábamos fingiendo que no me importara demasiado. Y claro, lo primero que hice al llegar al hotel, después del pertinente baño en la piscina, fue sincronizar mi Strava con el suyo.
Ahí, y solo ahí al ver la actividad registrada, fue cuando me quedé tranquilo del todo.
Dedicar parte de mi tiempo a entrenar, a preparar retos, sean grandes o pequeños me da y me quita vida, pero supongo que parte de la vida consiste en ir perdiéndola mientras tanto. Igual que la luz, que cuando es demasiado intensa te ciega; allí donde solo importa conservar la vida, suele ser donde menos vida hay.