Hace unas semanas echaron al entrenador del Dépor. Todo lo que le ocurre al Dépor, me ocurre a mi de alguna manera. Estoy unido al club por un lazo invisible, irracional y absurdo que influye en mi estado de ánimo como quizá solo lo hace aquello que no es importante y no se puede explicar. Y, aun así, se entienden. Hablo de eso tan manido que llaman "las razones del corazón".
Pero esta vez fue diferente. Imanol era un tipo tan normal que resultaba raro en el contexto del fútbol profesional. Como si fueses al circo y el presentador apareciera con vaqueros y camiseta.
La cuestión es que esta vez no tenía que ver (mejor dicho, no solo tenía que ver) con el Dépor, había algo en esa noticia que conectaba conmigo: con quién soy y con cómo me construyo.
La historia de Imanol en el Deportivo me recordó a algo que viví hace mucho tiempo. Empezó casi por sorpresa; nadie esperaba el fichaje y aquello fue controvertido. ¿Una moneda al aire tras el enésimo fracaso? ¿Fruto de los delirios de una noche de euforia y excesos o había realmente un plan detrás?
Quizá su inicio no fue el ideal, pero todos tenemos ya algunos cadáveres en el armario, las historias no suelen ser perfectas y, sobre todo, lo importante no es cómo empiezan, si no cómo evolucionan y no somos el Madrid o el Barça. Aquí hemos bajado al barro y bailado con la derrota.
Nadie daba un duro.
Desde fuera solo se veían crisis y grietas. Los primeros meses todo estuvo a punto de saltar por los aires y marcharse cada uno por su lado. Pero, unas cuantas tantas tormentas y muchas crisis salvadas con el método de ir ganando tiempo, se había conseguido algo clave: la unión. El equipo avanzaba, crecía y se hacía un poco más fuerte en cada partido.
Hubo incluso semanas en los que el juego era espectacular. Llegamos a ganar 0-4 fuera de casa. La rutina trasladaba la sensación de que, por fin, cuando nadie lo esperaba, habíamos dado con la clave. Por una vez, estábamos por encima de la lógica.
Habíamos subido de categoría, todavía no estábamos donde queríamos estar pero nos acercábamos. Aunque aquello no era perfecto, era nuestro. Además, formábamos un buen equipo.
Y, sin embargo, un día cualquiera, todo saltó por los aires.
Pasas el duelo y llega el tiempo de los porqués. Lamentas y buscas cómo podrías haberlo evitado; noches mirando al techo buscando saber si de verdad esta mala racha justificaba una decisión tan drástica. Te preguntas si no habría una solución intermedia: algunos cambios, mejorar los puntos débiles y subir, por fin, a primera.
Miras a otros equipos y ves que, con muchos más errores, muchas menos condiciones, han llegado más lejos. Te preguntas si de verdad son felices. Te cuestionas si quieres que lo sean y si eso habla mal de ti. Nadie dijo que fuese justo.
Luego te das cuenta que en realidad da igual. La decisión está tomada ya y no tiene vuelta atrás. La vida sigue para todos. El Dépor ya tiene otro entrenador, avanzará hasta donde tiene que llegar y esta historia será recordada con cariño por aquellos que la vivieron.
Imanol también. Supongo que tardará algo mas, pero él también hará su camino. Encontrará otros clubes, otras ciudades donde seguir adelante. Antes o después, ambos se cruzarán en el camino, se saludarán con el recuerdo lejano de aquello que fue y dejó de ser.
Y es una buena historia.
Es una historia más dentro de las miles de historias que se rompen cada día. Lo único que la hace diferente es que es la nuestra. Y no es poco.
PD: Cuando empecé a escribir esto, el Dépor había echado a Imanol. Lo acabo después de que el Dépor femenino también haya despedido a su entrenadora.
1 comentario:
Pero esto, ¿ no va solo de fútbol? ¿ no?
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