3 jul 2014

SÍSIFO

Uno de mis intereses de los que no suelo hablar es la mitología griega. No voy a contar cómo llegué hasta ella pero desde que la descubrí me fascinan los mitos y las historias que cuentan. Todos enseñan, de todos se aprende.

No sé si has oído hablar de Sísifo.

Sísifo fue condenado por los dioses del Olimpo a cargar una gran piedra hasta lo alto de una montaña con la peculiaridad que cada vez que estuviera apunto de alcanzar la cima, la piedra se le caería y tendría que volver a empezar. Así eternamente.



No es la primera vez que veía la vida (o una parte de ella) como el ascenso a una gran montaña: con sus dificultades; sus tramos con pendientes imposibles; su paisaje unas veces hermoso, otras árido; la sensación de extenuidad en algunos tramos; los reconfortantes "falsos llanos" y todo lo que cualquiera que haya subido un pico ha podido experimentar.

¿Pero qué es esa piedra?

Algún autor romántico cuenta que esa piedra es el amor. Todos hemos vivido el desasosiego que supone cada vez que la piedra cae; por más veces que pase, uno no se acostumbra, más bien al contrario. Cada vez duele más. Lo que costó llegar hasta aquí (a veces fue solo el principio) y ahora toca volver a bajar.

Pero a mi no me pasa solo con el amor. Tropiezo y la piedra cae, en todo. Hay veces que ni siquiera tropiezas, simplemente se resbala.

Cuando te das cuenta que elegiste mal tu carrera y has de dejarla y buscar otra profesión. O cuando sales de un trabajo en el que pensaste que esta vez sí, que aquí era donde estaba tu sitio: habías encontrado el camino...y no lo era. O peor aun, llegaste a "la cima" y no era la que el mapa te indicaba. Tocaba dejar que la piedra cayera sola, bajar y volver a empezar sin saber ni tan siquiera por dónde había que ir.

O cuando ese "amigo para siempre" se fue. Sin irse pero se fue. Y ya nada volvió a ser lo mismo. Esta vez aprendiste que el camino (sea el que sea) tendrás que recorrerlo tu solo. Porque forma parte de la condena aunque los dioses no se lo mencionaran a Sísifo, y es que en ocasiones pesa más la soledad del camino que la piedra.

También hay épocas peores en las que nada te gustaría más que estar subiendo esa montaña y no parado sin poder moverte a sus pies.

Lo escribía al principio. Uno nunca se acostumbra a tener que volver a empezar, las heridas cada vez duelen más y pese a que la esperanza la hayamos abandonado en el pasado, de momento voy a seguir subiendo, quizá algún día Sísifo abandone la piedra en la cima.

Si pasa, yo quiero estar ahí.

No hay comentarios: