Esta frase la leí hace algún tiempo (quizá años a Chema Martínez) y en ocasiones hay que tener en cuenta lo que dicen los mejores.
No me ocurre muy a menudo pero es algo de lo que no nadie se libra. De vez en cuando entras en la dinámica en la que se vuelve todo muy incómodo y no hay forma de encontrar un ritmo cómodo. Todo es dolor.
Supongo que siempre hay una explicación para todo pero no siempre la encuentro. La cuestión es que cuando entras en esa racha, puedes pasar unos cuantos días (incluso semanas) en las que no hay manera. Y yo lo intento, prometo que lo intento: cambios de terreno, de tipo de entrenamiento, de ritmo, todo lo que quieras, pero las piernas "no van". Las sensaciones son horribles y el cronómetro es un enemigo sin piedad que ataca tu cabeza.
En esos días, el cuerpo pide tregua, descanso, quedarse en casa calentito y pensar en otra cosa. En un té calentito. Pero tengo bien claro que al cuerpo no siempre hay que darle lo que pide, no sea que acabe mandando sobre mí y pierda todo lo ganado.
Pero como dice el poeta "todo pasa y todo queda" y un día igual que se fueron, las buenas sensaciones aparecen de nuevo y te encuentras subiendo esa montaña sintiéndote ligero y fuerte. Allí donde hace unos días tenías una mueca en el rostro aparece por iniciativa propia una sonrisa de satisfacción.
Y quizá solo por esa sonrisa, haya valido la pena esos días de pelea. O quizá no.
Por supuesto, hablo solo de correr.
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La montaña por la que suelo correr |
Voy a tomar algo.
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