10 may 2012

PERDER NO ES EL FIN, ES EL PRINCIPIO

Recuerdo una charla en mi época de jugador de balonmano de un entrenador antes de empezar un partido importante en la que nos dijo algo así como: "hoy no lo vamos a hacer todo bien. Vamos a hacer algunas cosas mal: fallaremos contraataques, fallaremos penaltis y lanzamientos fáciles, como siempre, el hecho de que sea una final no va a cambiar esto, pero aún así si jugamos como nosotros sabemos, como siempre, ganaremos."

Seguramente son las mejores palabras que he escuchado yo antes de un partido importante (que por otro lado tampoco han sido tantos). Ser tu mismo. Reconozco que en muchas ocasiones vivo obsesionado con esta idea. 

Lograr los objetivos, los sueños en gran parte no depende de uno, he tratado esto recientemente en el blog, pero si que depende de uno es cómo recorres ese camino. En una final, en una carrera importante, o tras el descenso del equipo del que eres hincha, las cosas pueden salir mal y "llega el fracaso", te vas jodido a casa, mucho. Y pasas un mal rato, no te quitas esa sensación de vacío en bastante tiempo, seguramente esa noche no puedas casi ni dormir. 

Luego con el paso del tiempo, los sentimientos se van enfriando y comienzas a pensar con más claridad, incluso en ocasiones hasta te permites bromear con lo ocurrido y te convences de que no es tan importante como pareció, al fin y al cabo, el mundo impasible sigue girando como si tal cosa; esas 2 malditas agujas no paran jamás, nunca.

Con el tiempo, cuando eres capaz de relativizarlo todo un poco y poner cada cosa en su lugar (recuerdas que por lo menos tienes salud, que es lo más importante -?-) solo hay una cosa que no te perdonas: el no haber hecho todo lo posible. Haber renunciado a ser tu mismo sabiendo que quizá si no hubieras hecho esa renuncia, ahora mismo...

En la vida estamos constantemente tomando decisiones. Incluso no decidir nada es una decisión en sí misma. Terrible, creo yo, pero no deja de ser una opción. Dejas que la vida decida por ti, dejarte llevar te llevará a algún punto en el que normalmente no querrás estar. Y te preguntarás cómo has llegado hasta ahí.

¿A quién no le ha atenazado el miedo al fracaso en algún momento? Creo que nadie está a salvo sin embargo, es una suerte poder fracasar de vez en cuando. A los que tendemos a "subirnos a la parra" con facilidad, un fracaso viene bien: por un lado, no te deja subir durante mucho tiempo, te pone rápidamente en tu sitio y por otro te hace mejorar, superarte, avanzar. Los errores que cometiste el día del fracaso no los volverás a cometer; caerás en otros, pero quizá eso ya sea suficiente para la vencer en el siguiente reto, y sino, a buen seguro que estarás más cerca.

Creo que esto ya lo he escrito alguna vez por aquí, pero no importa, decía Saramago que la derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva. Así que mientras llegue esa derrota definitiva, tenemos la obligación de levantarnos tras cada caída. Solo así podremos conseguir transformar las derrotas en éxitos, y si no, por lo menos evitaremos el fracaso, que no es poco.

Saludos! 

1 comentario:

Pepe dijo...

A veces lo difícil es ver que estás perdiendo o que estás perdido. Creo que lo has reflejado bien con la frase esa de preguntarse ¿cómo he llegado a aquí?

Desde luego la derrota escuece y ayuda a mejorar, pero creo que lo más difícil es encontrar la motivación para salir del mal momento cuando sabes como dice el último hombre al que citas que "la victoria no es definitiva". Hay que aprender a disfrutar del camino, del esfuerzo que supone levantarse y hacer frente a las adversidades, y eso en mi caso es algo que me ha costado. Todos queremos llegar a una meta maravillosa, pero los obstáculos (nosotros mismos) muchas veces nos lo impiden/impedimos.

Siento haber divagado sin rumbo.