22 ene 2014

HEMOS VENIDO A JUGAR

Fue un fin de semana cualquiera no hace mucho tiempo. Estaba viendo un partido de fútbol entre dos equipos cualquiera quizá con el único objetivo de que el tiempo pasara lo más rápido posible y pasar un día más.

Empieza el partido y desde el principio se ve que uno de los dos equipos está mucho mejor que el otro. Con las limitaciones propias del presupuesto, esta más "fino", más preciso, juega bien, tiene ocasiones y a su manera, está pasando por encima del rival. Quizá ayude que la situación en la clasificación de este equipo sea más tranquila y juegan "con colchón" sin la presión de saberse metidos en el temido descenso que de alguna forma te atenaza los músculos. En definitiva, sin que el miedo atraviese tu cuerpo, como parece ocurrirle al rival.

Hoy las cosas salen y mediada la primera parte el resultado ya es de 2-0, parece que hoy tocara disfrutar; la posibilidad de ganar -en estos equipos no es lo más habitual- al llegar al descanso se siente muy real.


Empieza la segunda parte y de forma sorprendente empiezan las dudas: ¿seguimos hacia delante cómo hasta ahora? ¿conservamos lo poco o mucho que tenemos? Quizá por la falta de costumbre de verse por delante de forma tan clara, quizá por el vértigo que da ver tan cerca esos ansiados 3 puntos pero se aprecian las dudas.

El comentarista de la televisión las ve, igual que yo, igual que todos y dice: "deberían seguir igual que al principio, sé que no es fácil, pero es lo que hay que hacer". Yo me reía mientras pensaba si de verdad era posible seguir igual. Yo creo que no porque se veía que el equipo quería pero no podía hacerlo. Dice mi admirado Axel que "perder es lo normal" eso lo tengo asumido yo y los dos equipos a los que estaba viendo.

Así cuando estás acostumbrado a perder, ¿qué haces cuando ganas?

Salir a jugar sabiendo que te irás a casa derrotado, y de repente verte con ventaja más o menos trabajada y el cuerpo te pide prudencia, conservar lo que tienes (por poco que sea) dejar pasar el tiempo que no hace falta ir a por más no vaya a ser que perdamos lo que tenemos.

¡Con que facilidad uno se agarra a lo que tiene! Qué fácil caemos en el ¿y dónde hay que firmar? Pues se acabó. Aquí no se firma nada. Se pelea. Que caer, voy a caer supongo. Si no en una cosa en la otra o en las dos, quién sabe. Pero que de la derrota no te libras es una certeza. Eso sí, será tras haber ido hacia arriba, arriesgando y poniendo todo en el campo, porque hemos venido aquí a jugar.

Tiempo habrá de llorar las derrotas. O no.

Por cierto, aquél partido acabó 4-0.
A veces también ganas.
¿Alguien adivina de qué partido hablo?

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