A veces me acuerdo de la ilusión con la que entraba en Facebook las primeras veces. Casi siempre, al apagar el ordenador, había un amigo menos que me caía bien. La primera lección que me dieron las redes sociales fue que a la mayoría de amigos hay que tenerlos cerca pero no demasiado, como cuando vas en grupo por autopista: manteniendo una distancia de seguridad.
Desde entonces, me da por imaginar otras vidas, y tengo bastante claro que algunos de mis amigos en otras circunstancias, en otras vidas los evitaría. Otros no me soportarían a mi. Pero los hay que en ninguna vida podrían librarse de mí.
Me parece mágico.
Luego ocurre que rara vez las cosas son para siempre, que con algunas amistades pasa lo que con las mudanzas: hay tantas cajas que organizar que algunas se pierden o se rompen cosas. Y no siempre se pierde lo que menos importa; a veces te quedas sin algo valioso y tienes que aprender a vivir sin ello sin haberlo planificado. Vivir es estar mudando constantemente.
Hay dos maneras de perder a un amigo.
Una es la traición, que es una de las experiencias más dolorosas que existen, porque siempre vienen de alguien al que abriste la puerta. Un Caballo de Troya vital. De un enemigo, de un extraño, uno se defiende: estás alerta, sospechas, te preparas para el golpe. Pero cuando viene de un amigo no hay defensa posible. Tú abriste la puerta, tú le diste las llaves. Y, de repente, un martes cualquiera te levantas tranquilo y descubres que algo está roto. No sabes cómo ni cuándo, pero lo ves. Y tus cimientos tiemblan.
Lo que no sabes en ese momento es que si sigues hacia delante, viene algo mejor. Pero sigues por inercia, porque no sabes no seguir.
Hay otra forma de perder un amigo. Y es cuando no pasa nada. Quizá sí pase algo: pasa el tiempo. Y como una marea, la vida va abriendo una distancia que, un día ya es demasiado grande. Ni varios "likes" en Instagram la salvan.
Esta pérdida es extraña, no hay enfados, ni escenas impactantes dignas de ser contadas. Hay, sin embargo, una sensación de vacío que no puedes ubicar en el tiempo, y una punzada que no puedes aliviar culpando a nadie, te obliga a asumirla y afrontarla. O usar esos likes no para acercarte, sino para engañar un poco al dolor.
Fracasé en mi intento de escribir sobre la pérdida en positivo. Supongo que tantos años escuchando a Ismael Serrano tienen sus consecuencias. La melancolía se coló entre mis dedos. Puede que algunas pérdidas sigan doliendo un poco, pero ese dolor es la cruz en una moneda cuya cara está llena de experiencias que han hecho este viaje algo inolvidable.
Así que como en las mudanzas, la vida también va de ir soltando para dejar espacio a lo nuevo. Al final, lo importante encuentra su forma de quedarse, aunque no siempre encaje en el lugar que pensaste.