4 sept 2025

CON LOS FOCOS APAGADOS II

El otro día fui al cine solo, no es algo que haga de forma continua pero sí de vez en cuando. Hay ahí un placer íntimo, pequeño y pleno que me gusta experimentar en pequeñas dosis.

Quizá no hay placeres más plenos que los pequeños, y tan importante como vivirlos es saber dosificárselos para no acabar quedándote solo con ellos y rechazando todo lo demás. Es clave no abusar de ellos, ya que es la mejor forma de dejar de sentirlos: como esa canción que te gusta tanto, que de escucharla en bucle acaba dejando de darte aquello que te daba.


Y ya no vuelve.


Así que tocaba volver a disfrutar de una pequeña dosis de felicidad casi clandestina, cuando nos encontramos en la puerta del cine, ella esperando a sus amigos, yo podía haber dicho que esperaba a los míos, pero desde el principio supuse que íbamos a ver la misma película, así que, escondiendo la vergüenza que apareció sin ser invitada, expliqué que iba solo. Usé agosto como excusa, para decir que mis amigos estaban todos fuera. Una casi verdad que me sirvió de apoyo.


No sé por qué sigo teniendo que justificarme a veces. Sospecho que la explicación se la cuento a otros pero es a mí a quien trato de tranquilizar.


Aunque habíamos coincidido alguna vez después de lo nuestro, llevábamos años sin vernos. Nuestra historia fue corta, pero eso no evitó la tensión. Aprendí hace tiempo que las cicatrices no se forman por el paso del tiempo, sino por la profundidad de las heridas. Y aunque nunca nos lo hemos reconocido, las nuestras llegaron más allá de lo que alguien desde fuera podría entender.


Si es que estas heridas se pueden entender.


Recuerdo cuando pasar tiempo juntos nos hacía perder la noción del tiempo. Nos volvió a pasar, pero ya no era lo mismo.


Te vi muy segura, más que de costumbre, tranquila y feliz con la vida que llevas. Yo recordaba aquellas noches y días en los que todo era improbable pero posible.


Llegaban tus amigos y me despedí con ganas de ver la película y olvidar el tráiler que acababa de vivir. Al salir, nos despedimos con una sonrisa sincera.


Días después, aquel encuentro seguía en mi cabeza como un mosquito en la habitación cuando se apaga la luz. Así que usé cualquier excusa para escribirte por WhatsApp. Al principio contestó la misma que me había encontrado, una chica amable y feliz, pero pronto quedó claro que había sido un espejismo. Esa amabilidad estaba hueca, no querías confianza. Incluso decías haber olvidado lo que hablamos.


Está bien.


Lo entiendo. Me dijeron que respondías así porque tienes pareja. Puede ser que ahora toca defenderse. En todo caso, esas sendas por las que nos aventuramos ya no existen, ha crecido la maleza. Todo es demasiado frágil.


Me quedo con lo vivido, con la certeza de que fue importante pese a lo breve. Y con la convicción de que nuestro productor no tiene pensado rodar una secuela.


Esta historia no tendrá una segunda parte.


¿O acaso saben los protagonistas, mientras la viven, que es la segunda parte?


En el cine, en ocasiones, la ficción se mezcla con la realidad y acaba por no distinguirse lo que ocurrió con lo que el guionista imaginó.

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