15 abr 2014

NAVEGANDO POR LA VIDA

Hoy he tenido un buen día, quizá hasta un muy buen día. ¿Un día feliz? Pese a lo que no todo el mundo está de acuerdo, no me gusta exagerar así que lo voy a dejar en un muy buen día. De hecho creo que si hubiera sido un día feliz no estaría aquí tecleando esto con Quique e Iván taladrándome los oídos.

Hoy empiezo escribiendo sin saber muy bien dónde voy a llegar, porque hay una idea rondándome por la cabeza desde hace unos días pero no acabo de saber a dónde va. Voy a ello.

Hay veces que uno está aquí tan lejos y agradece muchísimo cualquier detalle en forma de "¡ey! Estoy aquí, me acuerdo de ti". Hay infinidad de formas de hacerlo y creo recibirlas todas o la gran mayoría. Las agradezco y las valoro. No puedo quejarme, las hay.

Por desgracia también hay ausencias. Y las ausencias pesan. A veces pienso que supongo que llegará un día en que las cosas cambien y será entonces cuando uno se acordará de los que estaban pero también se acordara de los que no estaban. Lo más fácil sería decir que como no estaban, no te acuerdas. Ojalá, pero no. Es otra cosa.



Hace muy poco tiempo volví a oír una de esas sentencias con las que uno se tropieza de vez en cuando, y de las que creo que es conveniente huir: "las cosas cuando van bien, lo mejor es no tocarlas".

Si hubiese descubierto antes que esto no es verdad, creo que otro gallo hubiera cantado. Recuerdo muy bien aun un fin de semana de Mayo de hace ya unos años en los que rocé la felicidad con la punta de los dedos y quería dejarlo todo tal y como estaba; "plantemos tres tiendas", le dijeron los discípulos a Jesús. Bastante representativa la frase.

A mi un día se me dijo que debía remar mi propia canoa. Es con el tiempo una de las verdades más grandes que me han dicho. No soy yo una persona que haya navegado mucho por el agua en casi ninguna de sus modalidades. Pero si algo tengo claro del agua es que hay que moverse. SIEMPRE.

Tanto en canoa, piragua o el mayor trasatlántico conocido, el timón no puede estar quieto mucho tiempo, hay que ir moviéndolo en función no solo del destino final, sino también de las circunstancias que se van presentando. Claro que hoy en día en el mar, los GPS son una buena certeza para saber a dónde dirigirse. 

Ocurre en ocasiones que cuando te quieres dar cuenta, llevabas con el timón fijo mucho tiempo solo con 1 o 2 grados de error, los pocos virajes que has hecho no han sido los adecuados y aunque estuviste apunto de coger la ruta buena (o eso pensabas) fallaste. No sabría decir exactamente cuándo, pero ha sido mucho tiempo, así que un buen día apareces en una isla a más de 2000 kms de casa.

Yo aun voy con mis mapas y no estoy seguro si el rumbo es el correcto, quizá cuando amaine un poco la tormenta lo vea más claro.

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