14 nov 2013

RENUNCIAS

Hace algunos años, en una entrevista al cantante Iván Ferreiro mientras el periodista le insistía para que contara lo mal que lo había pasado en su profesión hasta llegar al momento actual, en el que goza de cierto éxito, él dijo: "no, yo no voy a hacer negocio del hambre".

Pensé que era una de las frases más inteligentes que había oído en mi vida. Me quedó grabada y la saco a pasear algunas veces.

Así que este post lo último que pretende es precisamente eso. Pero si yo aquí contara que todo es fantástico y maravilloso sería poco creíble. Y no.

Además creo que la vida va de una cosa: de elecciones. Y una elección -aunque muchas veces pretendamos obviarlo e incluso mitigarlo de alguna manera- implica una renuncia. Si no más.

Supongo que lo que escribo suena a obviedad -a mí me lo parece- pero tampoco está de más recordarlo de vez en cuando. Tengo esa sensación: intentamos olvidar que hay que renunciar, que siempre hay que renunciar a algo, queremos acapararlo todo y claro, al final se rompe el saco. 

Luego están las veces en que las renuncias son innegables. A mí se me ocurre un caso muy evidente.

Y hay veces que se hacen muy presentes las renuncias. Y duelen.

Duele saber que en menos de 3 semanas no podré estar en la toma de hábitos de Marta; una semana después me perderé la boda de David y María; duele el Ciutat, tener que ver solo en el ordenador al Levante; y al Depor; el río con cada mojón marcado en mis piernas; no poder animar a rabiar a todos (los conocidos) que correrán la maratón este Domingo; las medias que ya no serán; las series que te dejan sin aliento; Las cervezas con amigos; La Birra de Bryan; Max Max; Xúquer; Cánovas; Benimaclet; el pack ahorro; el cine D´or: los tróspidos; la paella del Domingo; mi bici; el enano dando por saco; saber si hubiese podido ser; dolerán los Reyes; el Roscón.

Porque pese a que ya sabía que no iba a poder olvidarte, de entre todos los nombres que hay en los más de 2000 kilómetros que nos separan, ESA maldita profesora se tenía que llamar como tu.

Todo mezclado con la incertidumbre. Ay.


No me hagan mucho caso, hay noches que uno vuelve a casa por una vieja calle.

PD: No hay de qué preocuparse, no echo de menos el calor. Ahí será grave.

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