16 feb 2012

UNAS REFLEXIONES SOBRE EL FRACASO

El éxito y el fracaso son inherentes al deporte. El deporte es competición, y se compite con un objetivo: vencer. Ya sea a los demás o a uno mismo, pero el objetivo final es siempre vencer (mola más cuando vences a los demás, está claro).

Leía hace unos días esta fascinante entrevista a Millás en la que entre muchas de las cosas que cuenta, me llamó la atención esta frase "(...) cuando la novela está acabada, el producto siempre está lejos No pasa nada, el proceso de escritor lleva implícito el fracaso.  Si no fracasase en cada novela, no escribiría la siguiente.

Ahí donde Millás dice escritor, se podría decir también atleta (o corredor por no ser excesivamente pretencioso). Y es que una de las grandezas del atletismo, de la que no todos los deportes pueden presumir es la posibilidad de mejoría: es infinita. Ya puedes ser el mejor, el más rápido, el más resistente del mundo que siempre existirá la posibilidad de mejorar como mínimo una centésima de segundo.

Hace tiempo que vengo dándole vueltas al fracaso como motor, como estímulo para mejorar y superarse. Cada carrera, cada entreno es una pequeña batalla contra el reloj que por supuesto acaba siempre en fracaso. Por muy contento que vuelvas (y suele darse el caso) siempre te queda dentro la sensación de que podías haberlo hecho mejor: ese primer km demasiado lento; las dudas de mediada la carrera sobre si las fuerzas te acompañaran; o esos últimos kms en los que no me supe regular, entre la variedad de excusas para las nimias decepciones.

Lograr la sensación de perfección, de éxito total no es nada fácil. Incluso me atrevería a decir que está al alcance de unos pocos privilegiados y desde luego, no estoy entre ellos. Eso si, nos queda la certeza de aquella gran verdad que contó Saramago: "La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva".

Pero no solo nos queda eso. Tenemos también el trabajo, el sacrificio que supone el día a día. Vivir el oxímoron que es siempre "disfrutar con el dolor" y la esperanza, calzarte las zapatillas y salir a buscar esa victoria aun sabiendo que el esfuerzo es en vano, que no va a llegar.

Tengo la convicción de que no se puede ganar siempre, pero salir a ganar es obligatorio; que luego ya pasará lo que tenga que pasar. Y tiempo para lamerse las heridas siempre habrá. No se dónde oí que el triunfo pasa durante un segundo tras mil horas de trabajo, o algo así.

En muchas ocasiones la línea que separa el éxito del fracaso es tan delgada, tan estrecha que parece imperceptible y no se puede olvidar que en parte ese resultado final no va a depender de ti, sino del caprichoso destino, lo que no es excusa para dejar en el camino hasta el último gramo de fuerza, ya que el objetivo es reducir "el factor" suerte a la mínima expresión.

Hay algo terrible que encierran la mayoría de las victorias, algo además que solo conoces cuando la alcanzas, nadie habla nunca de ello, es una especie de "parte oculta del éxito": cuando lo consigues o crees que lo has conseguido, de repente te encuentras que estás tan solo en el inicio de una nueva batalla y a veces puede llegar a resultar desolador por momentos, pero no lo es.

Nuestros pequeños éxitos al fin y al cabo consistirán en manterse en el camino, la fragilidad de la constancia, la humildad del esfuerzo en el trabajo.

Hay una frase que se dedica en el lejano oriente a los enemigos que dice algo así como "ojalá logres todos tus sueños" ¿hay algo más terrible que quedarse sin un sueño, una meta por la que luchar? Quizá, pero no debe haber muchas cosas.

Claro, ahora tiene más sentido que el himno de este blog fuese siempre esta canción.

Saludos!

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